Hch 3,11-26
Lc 24,35-48
Ellos contaron lo que les había pasado en el camino,
y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de estas
cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: “Paz a
vosotros”. Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un
espíritu. Pero Jesús les dijo: “¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis
esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme
y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo”. Al
decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de
creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
“¿Tenéis aquí algo de comer?”. Le dieron un trozo de pescado asado, y él lo
tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo: “A esto me refería cuando,
estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí
en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse”.
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
“Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y
que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las
naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Vosotros
sois testigos de estas cosas”.
Preparación:
“Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”
(Sal 8). El Señor es admirable en la obra de la creación que se despliega ante
nuestros ojos. Pero es aún más admirable si contemplamos la obra de la
salvación que ha llevado a cabo en Jesucristo, muerto por nosotros y resucitado
para nuestra salvación.
Lectura:
“Matasteis al autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los
muertos… y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la
bendición, si os apartáis de vuestros pecados”. Así lo afirma Pedro ante la
multitud que se apiña en torno a Juan y a él, asombrada por la curación del
paralítico. El evangelio nos recuerda el
retorno de los dos discípulos a los que se manifestó Jesús en el partir el pan.
Ahora se manifiesta también a los demás discípulos. Y de nuevo quiere compartir
con ellos la comida. Con ese gesto fraternal trata de hacerles comprender que no
es un fantasma. Es el mismo que los ha elegido y ha caminado con ellos.
Meditación:
El Señor resucitado se muestra a sus discípulos, no para echarles en
cara su abandono, sino para fortalecer su fe. También ahora, el Señor conoce
nuestras dificultades para creer en él. Pero nos invita a leer las Escrituras
con espíritu de fe. Y a creer que está vivo para siempre. El Señor resucitado
nos envía a “anunciar a todas las
naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados” Nuestra
vida, rescatada del pecado y la
nostalgia, ha de ser un testimonio
creyente y creíble de su vida. Esa es la misión que se nos ha confiado en el
bautismo.
Oración:
Señor Jesús, que te haces presente entre nosotros, abre nuestros ojos
para que descubramos tu presencia en el mundo y abre nuestros labios para que
la anunciemos con gozo y osadía. Amén.
Contemplación:
Jesús resucitado invita a sus discípulos a comprobar su humanidad:
“¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón?
Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene
carne ni huesos como veis que yo tengo”. Al decirles esto, les mostró las manos
y los pies”. También nosotros contemplamos las
llagas del Resucitado. Su muerte no ha sido una ficción. “Fue
crucificado, muerte y sepultado”. El resucitado es el mismo que se inmoló por
nosotros. Con uno de los himnos pascuales repetimos con el corazón rebosante de
gratitud y de alegría: “Nuestra Pascua inmolada es Cristo el Señor”.
Acción:
Hoy nos preguntamos si de verdad la lectura de las Escrituras nos
lleva a descubrir a Jesucristo presente entre nosotros.
José Román Flecha Andrés
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