EL MAESTRO




"Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía" (John Ruskin)

El maestro, es ante todo una persona única y singular, del que brota el generoso manantial de sus conocimientos, el espejo que nos devolvería la imagen de sus cualidades morales, la estética de la delicada prudencia de su experiencia y sobre todo, posee la capacidad de seducir al alumno, como si una historia fantástica fuera lo que le estuviera contando. Pero la persuasión es una cualidad que solo se puede adquirir cuando el educador ejerce su cometido con amor y no como un medio de subsistencia como otro cualquiera. Solo con auténtica vocación podrá dar vida a cuanto dice y cuanto hace y de este modo, conseguir que la savia de sus conocimientos alimente el espíritu del alumno. No son tan importantes los conocimientos que él sea capaz de transmitir, como el deseo de desarrollar el hábito de estudio que pueda despertar en el alumno; esa sed insaciable que nos empuja permanentemente a adentrarnos en el mundo del conocimiento.
El auténtico maestro, habrá de ser el haz de luz que durante el resto de nuestras vidas, con sus enseñanzas y sobre todo, con su testimonio, ilumine nuestro camino para la práctica del bien. Pero para eso será necesario que conozca la naturaleza de cada alumno, que se desinterese de sí mismo, para interesarse por él, que se esfuerce en atravesar la superficie, la envoltura de cada uno, hasta que consiga recrearse en ese juego de gran belleza que consiste en ir descubriendo, poco a poco, un ser cuya riqueza de matices es tal, que jamás acabará de conocer totalmente. Y es precisamente ese misterio del ser, el que arrastra, el que entusiasma cada vez más al educador que ha sabido encontrar ese camino.
El verdadero maestro siempre debe ver en su alumno a un ser humano a quien ha de ayudar, a quien ha de querer. Es el amor el mejor lazo de unión. El profesor que sienta con amor su profesión no se conformará con transmitir sus conocimientos a sus alumnos, se dará él mismo, se entregará él mismo, y esa entrega, en vez de ser una carga pesada, constituirá su felicidad, porque es feliz quien con su trabajo logra frutos abundantes.
En definitiva, es misión del verdadero maestro, abrir nuestra mente y asentar en ella, el reino de la libertad.

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