EL VIERNES SANTO DE LA HUMANIDAD

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Todos queremos ser objetivos y realistas. Y, a pesar de la crisis económica y social que aflige a muchos de nuestros ciudadanos, a pesar de la injusticia de la que es víctima gran parte de la humanidad, tenemos una tendencia innata para situarnos lejos del sufrimiento e incluso para olvidarlo fácilmente, nos ayuda a cerrar los ojos a la cruda realidad de una gran parte de la humanidad que no sólo padece, sino que es "crucificada".

Pero Jesús, que en la cruz lleva "los sufrimientos" y aguanta "los dolores" de la humanidad sufriente, ES EL RECUERDO VIVO DEL VIERNES SANTO DE GRAN PARTE DE LA HUMANIDAD ACTUAL: muertos de hambre en medio de la gran abundancia de muchos otros; países empobrecidos en beneficio de algunos cada día más ricos; personas y pueblos amenazados por un "progreso" que conduce a la carrera de armamentos; manipulación de la libertad y otras formas de violación de la dignidad humana; millones de parados entre una insolidaridad creciente; marginados de todo tipo por una sociedad que en buena parte es la causante de esta marginación... Jesús crucificado nos desvela de nuestros sueños, nos hace caer la venda de los ojos... Y, en él, el dolor de la humanidad se convierte en dolor de Dios

Un camino de solidaridad y de esperanza. A la vez Jesús nos enseña el verdadero camino de una existencia humana. Es decir, el camino de la condición humana REAL, sin atajos que nos ahorren la solidaridad con los que sufren: "El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?". Jesús, "aun siendo Hijo, con lo que padeció", se adentró en la situación de los hombres concretos: sintió profundamente el dolor de los que sufren, hambrientos, marginados, angustiados...; luchó por la liberación de sus sufrimientos y de sus angustias; finalmente fue rechazado por los que se cerraban a la denuncia luminosa de su vida y sus palabras. Aquí tenemos, pues, el camino HUMANO que nos mostró Jesús...

La muerte, sin embargo, no tuvo la última palabra: "A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará". El signo de la cruz NO ES UN SIGNO DE FATALIDAD, SINO DE ESPERANZA. Una esperanza que solamente brota en el seno de la forma humana de vivir que nos muestra Jesús: fidelidad a Dios, Padre de todos, que reconocemos de veras en la medida que reconocemos con hechos como hermanos a todos sus hijos; amor a los hermanos que nos lleva a una preferencia por los más pobres y desvalidos, con todas las consecuencias. Esperanza que surge en medio del dolor de la humanidad, porque desde el primer viernes santo, en el fondo de este dolor, se encuentra ya para siempre el mismo Dios que es amor y es vida.

J. RAMBLA

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