Me llamó la
atención este título “Recoser un mundo que se rompe”, en una de las reflexiones
o papeles que publica Cristianisme i Justicia. Me parece una buena imagen
para acercarnos a tantas situaciones que vivimos los seres humanos y para ser
conscientes de que esta es una de nuestras tareas.
Lo primero que
me vino a la mente fue el recuerdo o la imagen de mi madre o de mi abuela
cosiendo las camisas o los pantalones de “ir al campo”, la ropa de trabajo,
desgastada por el uso o rota por algún “enganchón”. Recuerdo los
comentarios de mi abuela, aficionada a coser y a los arreglos de ropa, diciendo
que ahora no se aprovechan las cosas como antes o que las generaciones jóvenes
no pierden el tiempo en esos arreglos.…
La nuestra no
era una sociedad de usar y tirar. Nacimos y nos criamos en un modelo de vida y
de sociedad en la que había que aprovechar todo, reutilizar, reciclar. Los años
marcados por la crisis nos están obligando a mirar más las cosas y a recuperar
esa práctica del reciclaje, por necesidad y por convencimiento. Dicha práctica
no solo nos ha de llevar a centrarnos en las cosas, sino también a recuperar o
reorientar las relaciones en nuestro mundo. Los medios de comunicación nos
presentan una serie de situaciones problemáticas en nuestro mundo que están sin
resolver. Unas son antiguas, otras van surgiendo, de tal manera que uno tiene
la sensación de que el dolor va creciendo en nuestro entorno.
Ante
situaciones dolorosas siempre nos encontramos con personas concretas e
iniciativas solidarias con las personas que sufren. Ante todo drama humano
aparecen pequeños o grandes héroes, conocidos o anónimos que curan, acogen y acompañan.
De alguna manera son personas que realizan la labor de “recoser” o “zurzir” los
desgarros que produce la vida para que esta siga adelante. Hacen una labor de
reconstrucción y entendimiento, pues a menudo constatamos que gran parte de los
problemas que surgen en nuestro mundo vienen de la incapacidad de dialogar
entre las partes enfrentadas.
Recuerdo que
alguien decía que vivir es como tejer un tapiz. Hace falta la sencillez de dos
hilos que se cruzan, la urdimbre y la trama. Esos cruces, encuentros o nudos,
van reflejando la belleza de esa obra de arte que es el tapiz, con su anverso y
su reverso, con su cara y su cruz, su lado del derecho y del revés. Todo
está siempre en nuestras manos: podemos tejer mejor o peor, pero es
responsabilidad nuestra ir recreando la existencia junto a otras personas con
quienes nos relacionamos. Estas también trabajan con nosotros en la misma obra,
en el mismo mundo, en el mismo tapiz y hacen que todos podamos avanzar con
confianza hacia el futuro.
Benjamín
Echeverría
Ministro
Provincial de Capuchinos de España
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