Hay montones de jóvenes que pasan de religión.
Hoy en día, al menos en España, parece que para muchos es incompatible ser
creyente y sobre todo practicante con ser normal. “¿Que aún vas a misa?
ufff, qué colgado”. “¿Que estás en algún tipo de grupo para formarte en cosas
de fe? ufff, esto es grave, estás en la secta, te han lavado el cerebro”. “¿Que
crees en Dios? qué antiguo (o qué bobo)” “¿Que cómo puedes pertenecer a esa
Iglesia?” (normalmente en el esa Iglesia va una simplificación y una caricatura
que poco tiene que ver con la complejidad, riqueza y hondura de la iglesia real
y sus gentes).
Es curioso, porque en estas latitudes, y en
muchos asuntos, hay una tolerancia políticamente correcta –y digo yo que está
francamente bien respetar la diversidad de actitudes, orientaciones,
sensibilidades, opiniones, etc.- pero luego parece igualmente correcto ser tremendamente intolerante
con las creencias del personal. A mí me deja a veces alucinado cómo la
gente se mete con otros –incluso amigos, cercanos, etc- por sus creencias. Me
duele que a menudo se parte de estereotipos gastados –que, en general, lo que
muestran es bastante desconocimiento de lo que de verdad está en juego cuando
hablamos de fe. A menudo te encuentras jóvenes que parecen prematuramente
desengañados de todo, escépticos sin motivo, rendidos sin guerra.
El caso es que esto a veces me cuestiona, otras
me entristece y otras me provoca. Me cuestiona, porque hay que reconocer,
con un poco de autocrítica, los muchos errores que ha habido -y hay- a la hora
de transmitir la fe. Me entristece, porque me doy cuenta de que bastantes veces
las personas que pasan de religión tienen una visión poco reflexionada, y está
fundada en prejuicios, simplificaciones y estereotipos, antes que en preguntas,
búsquedas y opciones serias. Me provoca, porque es un reto ayudar a las
personas a abrirse, ¿Cómo ayudar a la gente a darse cuenta de que la religión
en realidad tiene que ver con lo más hondo, lo más auténtico, lo más profundo
que se pone en juego en nuestras vidas: ¿el amor, la alegría, la soledad, el
propio lugar en el mundo, el sufrimiento, la muerte, el encuentro entre las
personas, la libertad, el riesgo, el tiempo y Dios…?
¿Cómo
ayudar a la gente a adentrarse por el camino de la duda, la búsqueda y la fe,
cuando a menudo la actitud es la de quien está de vuelta sin haber ido?
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