SI LLEVAS A DIOS
TODA LA INCERTIDUMBRE POSIBLE
La incertidumbre es lo único seguro que siempre hemos tenido. Aunque suene paradójico, es la única certeza, la tierra sobre la que caminar la vida. Es también una puerta a la fe. Si el Hijo del hombre no tuvo donde recostar la cabeza, ¿por qué sería distinto para nosotros?
TU REINO ESCONDIDO Y PRESENTE
ABRAN JUEGO, Y REPARTAN CULPAS
Repartir culpas es ya deporte nacional y se ha convertido en el arma defensiva de los irresponsables. Nunca mejor utilizado el concepto. Irresponsables son los que no se consideran responsables de lo que ocurra, incluyendo sus propios actos. Ni de su salud, ni de la del prójimo. En esto del virus podemos elegir cómodamente a quién cargar con el peso del contagio, en función de convicciones e ideologías. Abran juego: Wuhan, los chinos por un laboratorio descontrolado –para fans de teorías conspiranoicas–, el gobierno, porque no gestiona, Simón y su moto, la oposición porque no deja gestionar, los vecinos que no usan mascarilla (pero nunca uno mismo cuando no la usa, que siempre hay excusa); Trump, Putin, los turistas extranjeros que traen el virus sin hacerse PCR; los de Madrid; los catalanes; los aragoneses; los navarros (siempre se elegirá la comunidad a la que uno no pertenezca). Los jóvenes. Los viejos... Los del botellón, los de las celebraciones deportivas, los de... Siempre hay alguien a quien culpar. Y a veces las culpas son más que reales.
Salvo que pudiéramos ser honestos, por una vez, y dejarnos de discursos auto-exculpatorios para reformular la pregunta. Abandonar el: «¿de quién es culpa?» y mirar a la cara al: «¿qué puedo hacer yo?». Y sí, cada uno podemos hacer algo muy básico. Respetar y cuidar al máximo las medidas que se nos están pidiendo. Distancia social, mascarillas, higiene abundante, evitar el roce... También podemos exigir a quienes nos rodean que se comporten con la misma responsabilidad. Hay que seguir la información y aprender del presente. Si la mayoría de contagios se están produciendo vinculados a una forma de ocio despreocupado y veraniego, habrá que renunciar a lo que haya que renunciar, o adaptar nuestro ocio para poder vivirlo con cuidado y protección. Nunca el bien común estuvo en tantas manos. Y sí, evidentemente, esto no está reñido con exigir responsabilidades a otros, por la gestión y sus posibles deficiencias, o por comportarse como idiotas en algunas situaciones. Pero ahora mismo lo urgente, lo imprescindible, lo esencial, es que cada uno demos de sí lo que podamos. O si no, las víctimas –sanitarias, laborales, económicas– seguirán creciendo.
«PONER FIN A LA GUERRA ES EL DEBER DE LOS POLÍTICOS"
NO TE CONVIERTAS EN TU REFERENTE
E Ignaciana
SER TESTIGO DE LA ALEGRÍA DE CREER
FELIZ EL HOMBRE QUE SE DEJA GUIAR POR EL ESPÍRITU DE DIOS
Feliz el hombre y la mujer
que se sabe en camino
y sin dar cabida en su corazón a estériles fantasías
se enfrenta cada día con su propia realidad
Feliz el hombre y la mujer
que no se considera desprovisto de dones
y cultivándolos delicadamente
se abre a la llamada del amor, a la llamada de Dios.
Feliz el hombre y la mujer
que se reconoce necesitado y hambriento
de un más allá que supere los límites de su yo posesivo.
Feliz el hombre y la mujer
que huye de las respuestas prefabricadas,
de los modos y las modas impuestas
y busca, aunque se sienta solo e incomprendido,
la verdad que libera de toda rutina,
de todo aburrimiento,
de todo sin-sentido,
de todo aquello que le invita a desperdiciar su vida.
Feliz el hombre y la mujer
que cultiva las raíces de la fraternidad universal
y acepta que su vida será más bella y fecunda
si comparte sus dones con los más pobres de la tierra.
Estos hombres, estas mujeres
serán luz en la historia de los hombres;
y los miedos, vacíos y desesperanzas serán vencidos
por la fuerza de su entrega,
por la fuerza de su amor.
R de Luz
... EN LA GRATUIDAD
Hemos ido haciendo al dinero cada vez más necesario mientras la gratuidad y Dios se hacían más innecesarios. Quizás se deba a que Dios no pertenece a esa lógica del dinero “no podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13), ni del individualismo, lo rentable, lo utilitario... Para conseguir una sociedad justa y fraterna no se necesita tanto del dinero, como de la gratuidad; esta gratuidad podría ser la moneda del reino de Dios, en el que el cariño y el tiempo compartido, las alegrías y las dificultades… la vida, no se compran, sino que se dan y se comparten. Con la alegría profunda y sincera de quien encuentra sentido y gusto en el dar y darse a los demás y con los demás.
Dios se encarna diariamente en la gratuidad, en los corazones generosos, en la gente comprometida con los no-rentables, en la humildad, de quien se hace pequeño acogiendo, compartiendo… con las personas empobrecidas, las excluidas, marginadas, migrantes, las que sufren indignidad, las que pasan hambre… los/as favoritos/as de Dios.
«Gratis lo recibisteis; dadlo gratis...» (Mt 10,8). La gratuidad produce en el mundo lo mismo que la luz del atardecer en un horizonte; el paisaje sigue siendo el mismo, sin embargo, lo transforma totalmente. Gracias padre bueno, por todos los motivos que tenemos para dar gracias cada día y que tu nos los pones ahí, gratuitamente. Gracias por todas aquellas personas que dan y se dan sin buscar recompensa.
“…Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno…” San Ignacio de Loyola
CADA DÍA ES UN REGALO
A pesar de la pandemia, vivir cada día como un regalo a estrenar sacando todo el jugo a nuestro presente.
MARÍA ES BIENAVENTURADA
UN SIGNO
LA GRANGERA
Cuando de pequeña me decían que alguien había muerto y se había ido al cielo, pensaba cómo sería ese cielo al que vamos todos y en el que está Dios con nosotros. Y casi siempre me venía la misma imagen, una granja grande, muy grande, donde Dios cuidaba a cada ser que está en ella. Es una granja en la que hay cultivos y animales de todo tipo, hay una gran huerta donde todo el que quiera puede ir a coger las hortalizas que necesite, hay un pilón grande con agua transparente donde todos los niños del mundo podemos jugar, y donde cada tarde nos juntamos a la sombra del almendro a escuchar y a compartir nuestras alegrías, a escuchar a Dios y a compartir con él nuestra fe y nuestros sentimientos más profundos.
Lo que más me gusta de esa granja del cielo es que todo el mundo cabe, los grandes y los pequeños, los ancianos y los niños, y todos cuidamos de todos, hay tiempo para reir y para trabajar, para visitar a los amigos y para jugar con los niños. El Gran Granjero coge una bici en una esquina de la granja y se va por todos los lugares, hablando y acogiendo a cada uno de los habitantes, acompaña a una granjera en el tractor a poner paja a las vacas, se para cuando ve a un agricultor preocupado porque no llueve, y camina junto a una abuela que va pensando en sus nietos; acompaña a los pastores cuando llevan las ovejas al campo, busca agua en cada pozo vacío, y llama a todos los niños y niñas de la granja y les junta para enseñarles y compartir con ellos.
En las granjas de todo el mundo, y de cualquier continente, los granjeros y las granjeras cuidan de cada ser que las habita, y procuran los alimentos y la paz para todos. Dios está en cada granja del mundo, en la huerta pequeña donde da fuerzas a un jubilado para que lleve alimentos a su familia, en las granjas de África donde los agricultores y campesinos sacan alimentos de tierras fértiles y las que no lo son tanto, en las granjas de Asia, de Australia o de América donde las extensiones son grandes y el trabajo es mucho….
Dios creó el mundo y cuando lo creó, puso animales, plantas y personas para que nos cuidáramos unos a otros, las personas tenemos la gran responsabilidad y el gran compromiso de cuidarnos y de cuidar la creación, por eso en cada granja del mundo está El Gran Granjero Dios, que nos cuida a todos y sabe lo que necesitamos en cada momento.
TRÁEME SU VOZ
semilla pequeña,
camino que empieza,
tráeme Su voz.
Fiera noche negra
cerrada y eterna,
sin apenas brecha,
tráeme Su voz.
No esperes mañanas
porque nunca llegan.
Busca y, si la encuentras,
tráeme Su voz.
Ana Medina