LA ORACIÓN DEL PAPA POR UCRANIA: ES UN PUEBLO QUE SUFRE Y MERECE LA PAZ
ESPÍRITU DE... NORMALIDAD
Este miércoles, 26 de enero, Jornada de ayuno y oración por la paz, al final de la Audiencia General, el Santo Padre ha elevado su plegaria por la paz en Ucrania, pidiendo “al Señor con insistencia que esa tierra pueda ver florecer la fraternidad y supere las heridas, los miedos y divisiones”.
“Recemos por la paz con el Padre Nuestro: es la oración de los hijos que se dirigen al mismo Padre, es la oración que nos hace hermanos, es la oración de los hermanos que imploran la reconciliación y la concordia”
Orar para superar los miedos y divisiones
Antes de rezar la oración conclusiva de la Audiencia General, el Padre Nuestro, el Santo Padre ha invitado a todos a orar por la paz en Ucrania, y a hacerlo a menudo a lo largo de esta Jornada de oración y ayuno, “pidamos al Señor con insistencia – ha señalado el Pontífice – que esa tierra pueda ver florecer la fraternidad y supere las heridas, los miedos y divisiones”. Asimismo, el Papa Francisco ha recordado que, más de cinco millones de personas fueron aniquilados durante la última guerra.
Ucrania un pueblo que sufre y merece la paz
El Santo Padre también ha dicho que Ucrania, “es un pueblo que sufre; han pasado hambre, han sufrido mucha crueldad y merecen la paz”. Por ello, el Pontífice ha invitado a orar con insistencia teniendo presente: “que las oraciones e invocaciones que hoy se elevan al cielo toquen las mentes y los corazones de los responsables en la tierra, para que prevalezca el diálogo y se anteponga el bien de todos a los intereses partidistas”. El Papa Francisco ha concluido su exhortación recordando y subrayando “por favor, nunca la guerra”.La Iglesia unida en la oración
En respuesta al llamamiento del Papa Francisco, están previstos encuentros de oración por la paz en Ucrania en iglesias y parroquias de varios países. En Italia, en particular, están previstas numerosas iniciativas. En Roma, en la Basílica de Santa María in Trastevere, a las 19.15 horas, la Comunidad de Sant'Egidio promueve una oración especial que será presidida por el Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados. También en Roma, a las 18:00 horas, habrá una oración de vísperas en la iglesia de Santa Sofía por la comunidad ucraniana, con la participación del Obispo Benoni Ambarus, el Director de la Oficina diocesana de Migrantes, Monseñor Pierpaolo Felicolo, y el Rector de la Basílica, don Marco Jaroslav Semehen. Promovida por la Oficina Diocesana de Migrantes, la vigilia contará con la presencia de capellanes y representantes de las distintas comunidades étnicas. En Bolonia, el Arzobispo, el Cardenal Matteo Zuppi, presidirá la oración a las 19.30 horas en la Basílica de los Santos Bartolomé y Gaetano. A estos momentos de oración se sumarán otras iniciativas promovidas por diócesis, movimientos y realidades eclesiales.
La invitación del Papa por la paz
Recordamos las palabras del Papa Francisco el pasado domingo en el Ángelus, cuando dijo que seguía "con preocupación el aumento de las tensiones que amenazan con infligir un nuevo golpe a la paz en Ucrania y poner en cuestión la seguridad en el continente europeo". Más de 120.000 soldados rusos están desplegados en la frontera ucraniana y en el territorio de Donbass. Washington sigue manteniendo conversaciones con los líderes europeos y la OTAN. La Alianza Atlántica "enviará a finales de esta semana una propuesta escrita" a Rusia para "encontrar una salida" a la crisis. En Ucrania, el ministro de Defensa, Alexei Reznikov, ha descartado por el momento la amenaza de una invasión rusa, pero señala que quedan "escenarios de riesgo" para el futuro.
TIEMPOS DE MILAGROS
EL NARCISISMO ESPIRITUAL
El narcisismo espiritual, una enfermedad de la que no estamos a salvo nadie, ya seamos adolescentes, cristianos viejos o místicos de los que ya casi no quedan. Un riesgo que aparece en el momento en el que uno experimenta por sí mismo en qué consiste la propia fe –no la de sus padres- y comprende que los cristianos seguimos a un Dios vivo, que quiere comunicarse con nosotros y que podemos sentir su presencia a través de la oración, de los sacramentos y del servicio entre otras muchas formas -siempre y cuando pongamos los medios, dicho sea de paso-.
¿En qué consiste esta enfermedad? Muy sencillo. Encasillarnos en aquellos lugares, modos de rezar y momentos de nuestra vida en los que sentimos a Dios con más fuerza y aumentan de esta forma nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Y es que todos tenemos espacios donde encontrarnos con Dios de forma clara y evidente, y en consecuencia también tenemos lugares donde parece que sencillamente ha desaparecido, que no está o que incluso ni se le espera. Y es aquí donde está el riesgo, en convertir esos espacios cálidos y agradables en una estación termini que nos impide crecer, avanzar y hacer de nuestra vida un camino junto al Señor. ¿Qué hubiese pasado si Moises hubiese decidido quedarse junto a la zarza porque estaba muy cómodo? O por qué no la propia tentación de los discípulos cuando quieren hacer tres tiendas y olvidarse así del resto del mundo. Es como si un matrimonio redujese su relación a los primeros pasos de un noviazgo, ¡difícilmente podrán prosperar!
¿Y por qué esta enfermedad es más común hoy en día en algunas comunidades o en muchos cristianos de a pie? Quizás porque sin querer nos hemos dejado contaminar por el consumismo de nuestra cultura y consideramos las cosas de Dios como un lugar donde sentirnos bien, coleccionar experiencias guays y creernos mejores personas, de la misma forma que uno va a un spa, a esquiar o de vacaciones al fin del mundo. Frente a esta tentación conviene dar gracias a Dios por sentir su presencia desbordante, pero sobre todo mirar hacia delante y descubrir que la fe es un camino –a veces tortuoso– de búsqueda continua y no un oasis ni un resort donde únicamente vale sentirnos bien con los nuestros o con nosotros mismos. Y sobre todo aceptar que nuestra oración quizás no es buena oración si no nos acerca profundamente a Dios, a su Reino y, por tanto, al resto del mundo.
¿Y entonces qué hay de malo en el narcisismo espiritual? Pues sencillamente que nos buscamos a nosotros mismos y no tanto a Dios como a veces nos parece creer, y que por nuestros frutos nos conocerán. Y quizás lo peor, no creceremos en la fe y no seremos capaces de descubrir el sueño que tiene Dios para cada uno de nosotros. En definitiva, una cómoda, dulce y sibilina forma de engañarse, de no madurar y de anestesiar nuestro deseo profundo que nos lleva a encontrarnos con Dios.
LA MAYORÍA SILENCIOSA
Dejar de escuchar es silenciar a los estridentes. No leer panfletos. Bloquear trolls. Y negarte a asumir cualquier discurso que te suene a la enésima prueba de los dobles raseros habituales.
UN AMANECER EN DOS COLORES
PONEMOS NUESTRAS MANOS EN TUS MANOS
También en estos tiempos de pandemia podemos cantar, con María, la canción de todos los tiempos y lugares: “FIAT», «hágase»…
La canción que expresa confianza total en un Dios que camina a nuestro lado, que sabe lo que nos sucede, que pase lo que pase, la vida siempre triunfa, el amor es más fuerte, se fortalece la fraternidad y la comunión se dilata.
Contigo, María de Nazaret, Madre de Jesús y nuestra, decimos silenciosos en esta situación desconcertante e incierta: “FIAT», «hágase»…
Con nuestra vulnerabilidad, fragilidad, y miedos ponemos nuestras manos en tus manos de Madre, para orar: “FIAT», «hágase»…
SUEÑO, AMIGOS Y RANAS
Vergüenza siento de empezar confesando cuánto confío en algo tan prosaico como es el sueño, pero su poder de recomponerme es formidable: si tengo un disgusto, en vez de insomnio me entra sueño y si duermo, lo encajo mejor; si me sobreviene un desplome energético, se me pasa durmiendo y casi también la fiebre, los desánimos, el cansancio o la gripe. Es verdad que el Evangelio recomienda la vigilia, pero Jesús se durmió en la barca y eso me tranquiliza bastante.
Yendo de menos a más: en los amigos encuentro un suelo importante en el que apoyarme y confiar, sobre todo en aquellos con los que ya he atravesado la prueba del tiempo y de los que sé que seguirán ahí, pase lo que pase.
Con la oración tengo una relación que no sé si se puede llamar de confianza, pero que me parece tiene algo en común con la querencia de las ranas a zambullirse en el agua. Supongo que si una rana se echa al agua, es porque su instinto genético la lleva a fiarse de que ahí va a encontrar el elemento más adecuado para ella. Pues si la oración fuera el agua, yo sería la rana. No sé explicarlo mejor pero confío en que el sueño, los amigos y la oración, sean ya guiños y primicias de aquello que repetía Juliana de Norwich hace 700 años: «Todo acabará bien, y cualquier cosa, sea cual sea, acabará bien...»