QUE LA DISTANCIA NO NOS DISTANCIE
Irse de casa puede parecer tan simple como coger la maleta y salir por la puerta, pero en realidad es una de las decisiones que más dilemas plantea en la vida. Cuando nos vamos, sobre todo si es lejos, una de las primeras preocupaciones que nos acechan es qué pasará con la gente que dejamos “atrás”. Hacemos planes de futuro y prometemos muchas cosas, pero sabemos que la distancia afectará a nuestras relaciones, que nos distanciará de algunos y nos acercará a otros. La distancia nos hace ver las cosas con perspectiva y nos obliga a darnos cuenta de las cosas que echamos de menos y las que no, a valorarlas en su justa medida.
Para ciertas personas, existe otra relación por la cual preocuparse, una más profunda, y es que marcharse de casa implica un cambio en la manera de vivir la fe. No en todos los sitios vamos a encontrar una misa a nuestra medida (ni siquiera en nuestro idioma), ni un grupo de gente que comparta nuestras inquietudes espirituales, ni tampoco la posibilidad de participar en alguna actividad que nos acerque más a Dios. No vamos a encontrar a nadie que nos ayude a mantener la fe. Y es en ese momento cuando damos mayor valor a las cosas que teníamos en casa, a esas oportunidades que se nos presentaban para vivir la fe en una comunidad.
A nosotros, los jóvenes, la vida nos ofrece diariamente mil distracciones que nos mantienen ocupados. En un Erasmus, por ejemplo, las primeras semanas las pasas abrumado por la gente que vas conociendo, las fiestas de bienvenida, los proyectos de viajes, el aprendizaje de un nuevo idioma… Pero cuesta centrarse y no olvidarse de la fe. Descuidarla es lo fácil, sobre todo cuando no tienes a nadie que te ayude a mantenerla. Lo difícil es luchar por ella en un mundo que no te da la oportunidad. Sin embargo, todo es cuestión de buscar, de no darse por vencido y de cuidar la fe igual que cuidamos las relaciones con nuestros amigos. De esta manera, te vas dando cuenta de que en muchos más sitios hay personas que se reúnen cada domingo para escuchar su Palabra. Fuera de casa descubres otra manera de vivir la fe, que conlleva más esfuerzo, pero es igual de válida. Porque la fe no está anclada al lugar donde vives, no depende de tu ciudad o de tus amigos, sino que viaja contigo y vive contigo sea donde sea. Y eso es algo que, como las cosas que realmente valen la pena, no hay que perder de vista. Que la distancia no nos distancie. Y mucho menos de Él.
11 MOTIVOS POR LOS QUE SENTIRSE ORGULLOSO DE SER CRISTIANO
- Porque nuestra propuesta de vida, la de Jesús de Nazaret no excluye a nadie, sino que nos acepta como somos y nos impulsa a ser mejores.
- Porque cuando todos parecen ignorarnos, lo que verdaderamente ocurre es que están buscando en otro lado.
- Es decir, buscan algo que nosotros sí tenemos. Una forma de vivir que dota de sentido nuestra existencia.
- Porque no hay nada más actual que defender valores como el Amor concreto, entregado y para siempre, la inclusión verdadera, la vida con sentido desde el principio hasta el final, la familia como centro de la sociedad y la sociedad volcada en los cuidados sobre los vulnerables.
- Porque si nos señalan es bueno, siempre que sea por la Verdad. Ser cristiano también es ir un poco a contracorriente.
- Porque si ponemos un poco de empeño, estudio e interés, podemos conocer una riqueza de pensadores, pero también de testigos que es tan milenaria como actual. Desde nuestra primera referencia, Jesús de Nazaret, hasta el último cristiano del último rincón del mundo. Y ejemplos de testigos hoy los hay hasta debajo de las piedras.
- Porque, bien vivido, el catolicismo es la máxima expresión de universalidad.
- Una universalidad sana, que nos hace sentirnos parte de un cuerpo, aceptando que tenemos distintas funciones y expresiones (culturales, comunitarias, carismáticas...) que puede cooperar para construir un mejor mundo.
- Porque creernos de verdad la riqueza espiritual y humanista del cristianismo es un reto que, siempre, nos lleva a mejores puertos.
- Porque ante la pereza, el Evangelio nos empuja hacia la utopía. Y la utopía se construye con pequeñas realidades concretas.
- Porque existen tantas formas de ser testigos del Evangelio como personas que lo viven. Y eso es siempre enriquecedor y una motivación para salir a los que buscan.
CUANDO LA VIDA SE ABRE PASO
A veces nos cae un poco lejos el mensaje de la Pascua. La resurrección, la nueva vida… nos hablan de un futuro que no conocemos y que acaba cayendo en la lista de cosas que dejo para otro día. Es importante, pero no es urgente.
Por eso es muy importante que andemos con los sentidos abiertos a descubrir en el aquí y ahora, en la realidad real, esa vida que se va abriendo paso de manera sutil, callada, quizás lejos de nosotros pero que nos toca ciertamente. Una noticia que estos días nos puede ayudar a acercarnos a esta vida que se abre paso puede ser la primera vacunación a gran escala contra la malaria. Probablemente tú que estás leyendo esto no has padecido malaria, no es un problema de tu pequeño mundo, así que no sabes en qué te ayuda, aunque te alegres, por supuesto.
Pero es que la Resurrección no va de lo que tú disfrutas. Si no de la Vida que se regala a todos. Y por eso es motivo de alegría saber que millones de personas (aunque quizás tú no seas una de ellas) tienen hoy más esperanza de vida. Más posibilidades de aportar a un mundo en el que, aunque creamos lo contrario, la vida siempre se abre paso, de un modo u otro. Y es motivo de alegría todo el trabajo entregado por muchas personas hasta llegar a este avance médico.
Ciertamente esta vacuna está lejos de ser la solución al problema. Su efectividad es limitada y todavía queda un largo recorrido de investigación para ir dando pasos hacia la erradicación de la malaria. Algo que hoy quizás vemos lejano, casi imposible, pero que tenemos la esperanza de que un día llegue.
De esto va el mensaje pascual, en definitiva. Nos habla de una promesa lejana, de un futuro remoto. Pero que llegará. No de un modo repentino y espectacular. Sino a base de trabajo, de hacer camino poco a poco, con errores y recalculando ruta… pero sin dejar de creer en que todo ese esfuerzo tendrá su resultado.
Hasta llegar a esta vacunación masiva han transcurrido más de 30 años de investigaciones. Miles de horas y cientos de personas implicadas en un solo objetivo: que la vida tenga una oportunidad más para millones de personas. Cada uno ha ido aportando su conocimiento, intuiciones, trabajo. Nada de lo invertido se ha perdido. Incluso los resultados fallidos han sumado para llegar hasta este momento. Y cuando han llegado aquí, no han parado. Reconocen que su camino no ha acabado, que tienen que seguir trabajando, esforzándose para alcanzar un resultado completo. Que no saben cuando llegará, pero que están seguros en la esperanza de que lo hará.
Un genuino camino pascual, como el de aquellos discípulos que contemplaron la resurrección y supieron que sólo estaban al inicio de un camino que no sabían adónde les conduciría, pero que sabían que tenían que recorrer si querían alcanzar la plenitud de la vida.
TODO ES SIGNO DE OTRO
«Todo es signo de Otro. Este sentimiento de las cosas creadas como signo, este sentimiento de la Creación, es la cifra de la religiosidad de san Francisco de Asís. Y por favor, tiremos a la basura esa lectura boba que hace del movimiento franciscano una especie de ecologismo ante naturam. Porque para reducir a Francisco a abanderado de un cierto ecologismo sentimental, hay que haber leído sólo la primera parte del Cántico de las criaturas. En cambio, si se lee integralmente, resulta patente en él el dolor infinito que la vida trae consigo a causa del mal, de la maldad, aunque éstos pueden ser vencidos precisamente por lo que la realidad nos dice que es Dios: Bondad, Belleza, Amor; pueden ser vencidos en la participación y el reconocimiento de la presencia buena del Padre: 'Alabado seas mi Señor, por quienes perdonan por tu amor', hasta aquella afirmación humanamente inconcebible que supone decir 'Alabado seas por nuestra hermana muerte'.»
Franco Nembrini (Dante, el poeta del deseo)
DIOS NO SE TOCA
Hay una canción de Alejandro Sanz cuyo título es La música no se toca. Habla del carácter eterno de la música: «…pasaremos todos y quedará, recuérdelo, una canción…Y quedará la música cuando no haya a quien amar».
Pensaba en esto cuando leía un artículo acerca del aumento de jóvenes que se alejan de la religión. Incluso jóvenes que han sido muy creyentes y practicantes. La noticia me recordó a la lectura de los Hechos de los Apóstoles en la que Pablo y Bernabé acuden a los apóstoles a resolver una duda: ¿deben los nuevos cristianos asumir las tradiciones judías para convertirse?
En realidad, es una cuestión acerca del sentido que tienen algunas tradiciones que hemos venido haciendo desde siempre y se han convertido en un «es que siempre se ha hecho así». Ante la pregunta de Pablo y Bernabé, los apóstoles contestarán, entre otras cosas: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables…». Y yo me pregunto: ¿cuándo algunas tradiciones de la Iglesia se nos han atragantado? ¿A cuántas les hemos dejado de encontrar sentido? ¿Cuántas nos han distanciado de Dios más que acercarnos a Él?
Doy Religión a adolescentes de entre 16 y 18 años, y soy testigo de primera mano de cómo viven, ya no solo la religión, sino «la cuestión de Dios». Muchos de ellos aún se encuentran en la idea de un Dios de barba blanca que está en el cielo, ajeno a nuestras cosas y que solo se asoma para castigarnos de vez en cuando por nuestros fallos. Otros han empezado a discurrir algo más, pero, de los primeros atisbos de duda (que tan necesaria es para avanzar), pasan directamente al pasotismo o la negación de Dios. ¿La razón? La mayoría alega que no les gusta la Iglesia, que no encajan en sus discursos, y que ni entienden ni encuentran sentido a sus tradiciones, las cuales viven como una carga.
¿Es que la Iglesia tendrá que hacer una revisión de esas tradiciones? ¿O seremos nosotros los que tendremos que dar una vuelta a cómo las entendemos, las vivimos y las transmitimos?
Los tiempos cambian, y no entendemos ni vivimos las cosas igual. ¿Por qué no trasladar esto a la Iglesia y las tradiciones de nuestra fe? Mi gran preocupación: de qué manera dar este paso sin desvirtuar el significado de dichas tradiciones, sin manosearlas hasta el punto de que, de modernos que queremos ser, dejemos fuera la esencia y verdad del mensaje.
Para ello se hace necesario que el Espíritu Santo no quede fuera del diálogo que hay que mantener, el mismo que tuvieron Pedro y los demás. Él es quien puede poner luz, guiar por caminos consecuentes a la fe que predicamos, renovar sin trastocar ni adulterar. Solo el Espíritu nos puede ayudar a poner palabras y mediaciones a lo indefinible, que es ese Dios tan imposible de encerrar en tradiciones, costumbres y normas. Sea lo que sea, pase lo que pase, que la verdad sobre Dios se mantenga y seamos fieles a ella. Dios no se toca, como le pasa a la música a la que canta Alejandro Sanz. Ya lo decía Jesús: «cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».
RENUNCIAR TAMBIÉN ES COSA DE VALIENTES
Decía Heiddeger: «La renuncia no quita. La renuncia da». Esta frase la descubrí hace poco, y fue como esa especie de confirmación que necesitaba a una cuestión que hacía tiempo que le daba vueltas: que, a veces, renunciar es lo necesario y lo más valiente. Como guinda a esta reflexión, el otro día me topé con un artículo cuyo titular decía así: «De tocar con 'El Canto del Loco' para 100.000 personas a hacerlo ante siete: una historia de dignidad artística». El protagonista del artículo es Pipo Romero, un talentoso guitarrista gaditano que renunció a grandes conciertos, altos cargos en discográficas y sueldos desorbitados para ser fiel al tipo de música que quería componer y cantar. Aunque eso le trajera sinsabores como estar endeudado hasta arriba, no tener vida social o tener que depender de la ayuda de la familia o de la pareja. Pero el tipo no se arrepentía de la decisión tomada: la de optar por una vida austera y de duro trabajo, porque la otra, la de mucho éxito y dinero, «no me alimentaba nada interiormente».
Siempre he sido muy atrevida con todas las propuestas que me han ido saliendo en mi vida. Es como si llevara tatuada en mi mente esa expresión de «no dejar pasar ningún tren». Con los años me he dado cuenta de que es más una cuestión de discernimiento que de comprar todas las papeletas por si alguna toca. Y en ese discernimiento a veces se descubre que la mejor decisión es renunciar.
En ocasiones nos sobrevienen esos cantos de sirena que asaltaron a Ulises en su odisea, y como no nos agarremos bien a algo firme, nos terminan llevando a donde nos dicen. Cantos que hablan de relaciones menos complicadas, de sueldos más altos, de vidas menos comprometidas, de menos esfuerzo y sacrificio y más buscar lo fácil y rápido… Esas tentaciones que nos asaltan a todos alguna vez en la vida. Tan melodiosas, tan seductoras y tan tormentosas también.
Creo que ese frenesí por vivirlo todo se desvanece cuando uno aprende a sentarse al lado de sus propias tentaciones y las escucha. Da miedo, sí; son tan sugerentes y tienen un discurso tan bien hecho…Pero dentro de ellas ruge algo muy nuestro: lo que echamos en falta, lo que ansiamos, esperamos o deseamos de la vida. En ese diálogo que establecemos con ellas entra el discernimiento. No se discierne si solo se escucha una voz, la propia voz. Hay que escuchar las otras, las que preferiríamos que no nos hablaran.
Me llevó mucho tiempo entender que renunciar es elegir. Es como la solución negativa de la ecuación de segundo grado, que parece la más fea, pero es solución también y, a veces, solución necesaria. Y puedo decir, con el corazón en la mano y sin ánimo de quedar bien ni de poner un final redondo a este texto, que en esas renuncias es cuando he aprendido de verdad lo que es sentirse libre. A pesar de la ruptura que se experimenta, de las dudas que te asaltan, de las miles de veces que te acosa la idea de haberte equivocado. Justo en ese agujero estrecho por el que decides pasar descubres dentro de ti una seguridad y confianza que reconstruyen todos los escombros que dejaron en tu interior aquella renuncia.
La renuncia no siempre es un retroceso. No tiene por qué ser el resultado de la cobardía o del miedo. Ni de la pereza o la apatía. A veces se renuncia por justicia, por sensatez, por lealtad, por generosidad. Y por amor. Sí, también por amor.
ESAS COSAS SOLO TE PASAN A TI
Hay una frase muy conocida que dice: las buenas historias sólo le ocurren a quien sabe contarlas. Y algo de cierto hay. No es que esas personas tengan un imán para las buenas historias, creo yo. Como si a ellos les pasasen más cosas divertidas, o más románticas, o más sorprendentes que al común de los mortales. Más bien, imagino que les ocurrirán las mismas cosas que a todo el mundo... pero su mirada sabe captarlas de un modo que se vuelve una gran historia que contar.
Algo de esto nos podría pasar si entrenásemos una mirada agradecida a nuestra propia vida. Porque sí, el agradecimiento se puede educar. ¡Se entrena y se aprende! Este verano, en un voluntariado con un grupo de jóvenes, he aprendido que una mirada agradecida cada noche hace resaltar ese lado bueno de las cosas. No es que no hubiera dificultades, claro que las había. Pero también estas se convirtieron en oportunidades para crecer.
Se trata de releer cada día en esa clave. ¿Qué puedo agradecer hoy, Señor? Porque si uno mira bien, nuestra vida está llena de motivos por los que dar gracias. Desde lo más insignificante a lo más grande. Desde el amanecer hasta el atardecer. Respirar, andar, abrazar a alguien, charlar con un amigo, leer algo apasionante, dejar cumplida una tarea, sentirme cansado después de hacer deporte…
Entonces cambio la frase con la que comenzaba: las buenas cosas solo le ocurren a quien sabe agradecerlas. Quiero decir, nos ocurren a todos, pero solo las reconoce quien sabe agradecerlas. Y yo quiero ser de esos.
ESPÍRITU DE...EQUIPO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
¿Quién no ha perdonado nunca? ¿Quién no se ha sentido alguna vez especialmente querido sin saber muy cómo ni por qué? ¿Quién no ha tenido nunca el deseo de hacer el bien sin esperar nada a cambio? ¿Quién no ha tenido nunca misericordia al ver sufrir a alguien por cualquier motivo? ¿Quién no se ha conmovido nunca al escuchar una canción o ver una película?
Y es que Dios sigue actuando en cada uno de nosotros. No puso las pilas al mundo y se olvidó. No. Sigue estando, actúa aunque no lo veamos, guía la Historia y saca lo mejor de cada uno para llevar nuestra vida a la plenitud. Nos podemos relacionar con Él, en un tú a tú, porque Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nos da la vida porque mueve al mundo hacia el amor, nos llena de una sabiduría distinta y es capaz de habitar en cada una de las criaturas para dar vida continuamente. Dios está aquí, con nosotros a través del Espíritu Santo.
No es exagerado afirmar que todos lo buscamos constantemente, porque hay una parte de nosotros incompleta que necesita llenarse. Y no esperemos grandes signos, pues está en la suave brisa. Su sintonía es el silencio, por eso a veces nos cuesta tanto conectar con Él, porque vivimos ahogados en muchos ruidos y el miedo a los fantasmas hace que no queremos escucharle.
Ojalá en nuestra vida sepamos escuchar el silencio, y descubrir la presencia del Espíritu Santo que no sostiene, nos alienta y nos anima a caminar.
ESPÍRITU DE HUMILDAD
EN LA MISMA BARCA