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DONDE NO HAY OSCURIDAD, NO EXIXTE EL MIEDO

Vivimos en un mundo invadido por la luz artificial. Faros de coches, carteles publicitarios y neones de discotecas son algunos de los muchos invasores de la creación de Dios, en la que cada vez cuesta más disfrutar de un atardecer. ¿Cuánto tiempo hace desde la última vez que lo hiciste? Y con disfrutar no me refiero a sentarte frente al sol y estar pendiente de la luz de las notificaciones tu móvil cada vez que llega un WhatsApp. Me refiero a hacer partícipes a tus cinco sentidos de lo que tus ojos ven, desprendido de todo lo superfluo.

Fue hace unos días cuando, contemplando un atardecer, reflexioné sobre la importancia que tiene para nosotros, jóvenes y católicos, la luz de Dios y la falta que hace que esa luz brille en este mundo que nos rodea.

La luz de Dios es nuestro punto de partida, nuestro camino y nuestro destino final. Todo comienzo está marcado por la luz de Dios: Desde la creación de los grandes astros cuando el mundo era un reino de tinieblas hasta la salida de un recién nacido al mundo exterior tras nueve meses en la oscuridad del útero de su madre. Lo mismo ocurre con nuestro comienzo como miembros de la Iglesia. El Bautismo apaga la llama del pecado original y enciende la de Dios en nuestro ser. Da gracias a Dios por tus padres, quienes decidieron encender su luz en tu persona para no caminar nunca a oscuras.

La luz es nuestro camino. De la misma forma que un barco necesita de un faro cuando se encuentra en alta mar, también nosotros necesitamos de ese fulgor de Dios cuando estamos perdidos, cuando sentimos que vamos a la deriva, cuando la opacidad del pecado acecha nuestra serenidad. Y ese fulgor de Dios podemos encontrarlo en forma de consejo, de abrazo, de mano que se tiende para coger la tuya y, cómo no, en la Sagrada Eucaristía. Da gracias a Dios por tus amigos, por tu sacerdote y por todas las cosas mundanas en las que la luz de Dios está presente y que te ayudan a mantenerla encendida en tu corazón.

Para nosotros los cristianos la muerte no es el final del camino. La muerte es el paso de nuestro tren desde el interior del túnel que es esta vida hasta la luz y la plenitud del Cielo. Mantenernos firmes en la fe es mantener siempre fijo, en nuestro corazón y en nuestra mente, el objetivo de alcanzar la luz de la santidad y vivir conforme a los valores que nos llevarán a ella. Cada ayuda que prestes, cada buena acción y cada Eucaristía que ofrezcas por quienes te necesitan será un escalón más que te acercará a la meta: la luz de Dios. Da gracias a Dios por ti mismo, por tu capacidad de determinación de la luz de Dios como objetivo de vida y por cada paso que das y que te acerca a ella.

El mundo y el tiempo no se detienen y cuesta a veces parar y ver en qué punto del camino estamos. La rutina de estudios, exámenes y salidas con amigos crean una vorágine rutinaria en la que nos cuesta encontrar un hueco para Dios. Por eso, ahora que estamos próximos a un tiempo de conversión y reflexión como la Cuaresma, es el momento perfecto para que cada uno de nosotros se haga las preguntas que, por tiempo o pereza, dejamos de hacernos: ¿Es Dios la luz de mi vida?, ¿Me rodeo de personas que me acercan a Dios?, ¿Qué hago yo, como joven y como católico, para mantener viva la llama de Dios?…

A ti, que hoy me estás leyendo y que vives bajo la luz de Dios, continúa siendo ese espejo en el que los demás lo vean a Él. A ti, que hoy me estás leyendo y que te encuentras perdido, espero que estas palabras pongan un poco de luz vida. Y a ti, que hoy me estás leyendo y que hace tiempo apagaste la luz de Dios, acércate a él, deja que su espíritu ilumine tu alma porque donde hay luz, no hay oscuridad. Y donde no hay oscuridad, no existe el miedo.

Curro. Jóvenes Católicos

 

QUE NUNCA TE FALTEN REFERENTES...

 

La vida, por ser vida, tiene momentos de soledad y miedo. También de fecundidad y alegría. Lo importante es que nunca te falten referentes para volver, pozo para beber y calor de hogar para vivir. Y que además sepas serlo para otros.

VIVIR A LA INTEMPERIE


En nuestro mundo se  multiplican los mecanismos de defensa. La seguridad es un valor. Y digo yo, ¿a fuerza de vivir en espacios seguros, en lugares 'limpios', en burbujas cómodas, no estaremos olvidando el sabor del riesgo, de la lucha, de la tormenta, del viento que te zarandea, pero te hace sentir rabiosamente vivo? ¿Tanta quietud y serenidad no puede hacerme olvidar que el Reino se construye en las tormentas?

 

HACEN FALTA CANTORES

Hoy hacen falta CANTORES. Que nos acompañen en el camino de la vida. Que hagan nuestra fe más viva, intensa y colorida. Que pongan voz a lo que Dios siente, piensa, desea y quiere. Que ofrezcan palabras y música a nuestras dudas, ilusiones, convicciones, bajones y subidones en la fe. Hombres y mujeres humildes, capaces de componer canciones nuevas y recrear las de siempre. Que nos recuerden que hemos sido creados para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. Que acompañen tanto nuestros silencios como la oración personal y comunitaria. Que proclamen sin complejos la grandeza de Dios, la dignidad de cada ser humano, la bondad de lo creado, la fuerza de la comunidad, la hermosura de la Iglesia. Que lo hagan sin complejos. Artistas de Dios que nos recuerden que la fe y el amor son gratuitos; que gratis hemos de dar lo que gratis hemos recibido. Que alienten nuestra esperanza y desentierren las utopías. Que nos ofrezcan palabras cuando no las encontramos, para dialogar con el Señor o para hablar de él cuando lo necesitamos. Que presten su voz a Dios para que nos remueva las entrañas, nos ablande, nos abrace. Profetas y artistas que sean denuncia y anuncio. Que nos atraigan con la belleza que procede de Dios y nos conduzcan hasta él.

 

AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS

Y sí, Jesús resucitó. Esta es la parte buena de la historia, también la más importante y difícil de creer. Muchas veces nos quedamos solo en la muerte, porque resulta más inmediata, accesible y empática, pero si hubieran pensado lo mismo los primeros discípulos no estarías leyendo esto. Nuestra fe no separa la muerte y la resurrección, porque si lo hiciera, faltarían las patas de una mesa donde no podríamos apoyar absolutamente nada.

Los discípulos también tuvieron dificultades para entenderlo. Por eso los relatos de las apariciones en tiempo de Pascua muestran dudas, perplejidad, miedo, inseguridad, dificultad para hacerse a la idea de que estaba vivo, ahora de otro modo... porque no basta una mirada superficial, se necesita mirar desde la fe, de otro modo es imposible. Y es este modo glorioso de resucitar Jesús que nos permite acceder y relacionarnos con él generación tras generación. De lo contrario hubiera sido algo pasajero, como lo es nuestro propio cuerpo que se empequeñece con el tiempo. Es difícil de entender, porque resucitar nos parece imposible, por eso es quizás la piedra angular de nuestra fe, porque con la resurrección de Jesús la puerta de la muerte queda abierta para todos nosotros. La resurrección hace que lo imposible se vuelva realidad, hace que la vida florezca donde todo era muerte y vacío. La resurrección es la confirmación, por parte de Dios, en Jesús, de que la muerte no es el final, de que la Vida vence, de que tras nuestro tiempo viene la eternidad, tras nuestra historia, la plenitud, tras el aquí y ahora el entonces y para siempre.

La promesa de nuestra resurrección es más importante de lo que nosotros creemos, y ni la política, ni la cultura, ni la filosofía, ni por supuesto todo el dinero del mundo nos puede prometer algo así. ¿Cómo sería nuestra vida si no creyéramos en la resurrección? ¿Piensas, acaso, que la vida es solo esto de aquí? ¿que no hay nada más? ¿que el único sentido de la vida es vivir hasta morir? 

Muchos nos negamos a que todo esto acabe con un game over. Y no es por miedo, sino por confianza en una promesa, un testimonio, y una historia de la que somos parte.



Y CREO EN LA VIDA DE UN MUNDO FUTURO

Les voy a hacer una confesión: cuando era pequeña pensaba que, cuando me muriera y fuera al cielo (muy convencida de ello estaba yo), allí podría ver en persona a toda la gente famosa que en vida nunca iba a conocer. ¡Podría hablar con ellos! Me fascinaba la idea y vivía con ilusión convencidísima de que, tras mi muerte, mi existencia continuaría como si viviera en un Hollywood eterno.

Mi idea del cielo, afortunadamente, ha evolucionado. Pensar en la vida de un mundo futuro me hace centrarme en esta para llevarla de tal manera que me haga digna de ella. Creer en la resurrección, en la reunión con un Dios que es todo amor, me da fuerzas para vivir tal y como Él espera de mí, superando las dificultades que vienen de la opción por seguir a Jesús. Pero, sobre todo, vivo la vida con esperanza y sentido, pensando que la muerte no es el fin, sino que la vida continúa, no sé de qué forma y manera, pero seguro que arropados por el amor inimaginable e infinito de Dios.

Les confieso que no siempre me parece creer ese mundo futuro y que siento una tristeza y un miedo profundo a la muerte. A veces temo que ese tránsito que esperamos haya sido solo un cuento engañoso cuya finalidad sea «meter miedo. Un cuento que es solo un consuelo, una excusa para que «seamos buenos» y no nos desanimemos. Sin embargo, a pesar de todos estos pensamientos, no termina de apagarse del todo en mí la llama de la fe en la vida de un mundo futuro.

Es por ello por lo que muchas veces me pregunto (siempre desde el respeto y del deseo profundo de entender): ¿cómo hará la gente que no cree en esa «vida de un mundo futuro», convencidos de que la muerte es el final definitivo? ¿Cómo le encontrarán sentido a esta existencia finita? ¿A qué se agarrarán? Estas preguntas siempre han sido para mí una incógnita, sobre todo en estos días de guerra.

Siempre que veo en la tele estas decisiones que solo responden a una crueldad inexcusable y a un ansia desmedida de poder (cuesten las vidas que cuesten), me pregunto: ¿qué creen que ocurrirá cuando nuestro paso por la tierra acabe? ¿No temen, de alguna manera, a esa eternidad lejos amor de Dios? Ahora mismo que escribo estas letras, yo misma me digo que quién soy yo para descifrar la voluntad de Dios para con ellos. Pero, sí, no lo niego, me hago estas preguntas.

Quizás actúen así porque, precisamente, no creen en la vida después de la muerte y ven ésta como la única oportunidad para salirse con la suya. Aun así, me pregunto: ¿y son felices con las decisiones que toman? Si esta vida es la única para ellos, ¿por qué no se empeñan en buscar la felicidad verdadera? Es por ello que, lo mire por donde lo mire, esta guerra (como tantas otras que hay en el mundo y de la que ni sabemos nada ni queremos saber) no la entiendo. Ni esta guerra ni ningún otro acto que conduzca al sufrimiento del otro.

Así que, exista o no exista la vida eterna, exista o no exista Dios, el mal sigue sin tener sentido para nadie. No sirve para nada. No ayuda a crecer, no activa en nosotros el impulso de amar, que creo que es lo único que llena. Bueno, lo único que llena…A, pesar de todas mis preguntas sin respuesta y de todas mis dudas, yo sigo pensando que lo único que llena es Dios y su amor. A partir de ahí todo cobra sentido. Hasta ahora, eso me basta.


A VECES...


A veces cuesta reconocer el cambio. Se ve todo igual y reiterado. Entonces hay que levantar la mirada y leer en el horizonte la novedad.

Luis A. Gonzalo



UN SOLO MUNDO, POR MÁS QUE NO LO VEAMOS

El mundo mira a África con cierta preocupación, y no por los problemas endémicos que llevan azotando durante décadas la vida de millones de sus habitantes a través de la pobreza, el hambre y la violencia, más bien por la aparición de una nueva variante que se convierte en la enésima vuelta de tuerca de una pesadilla que todavía está lejos de acabar. Nuestra triste experiencia nos dice que lo que parecen casos esporádicos, en unas semanas nos puede complicar la existencia, y no es exagerado afirmar que muchos de nosotros estamos ya bastante agotados.

A estas alturas sabemos que nuestro mundo globalizado tiene aspectos positivos y cientos de oportunidades, pero que también conlleva asociados otros tantos riesgos que conviene tener en cuenta porque ya no hay vuelta atrás. Hoy en día, lo que ocurre en una parte del planeta afecta al resto del globo, porque como insiste el papa Francisco en Laudato si': «todo está conectado». Y lo que sucede en China afecta a Europa y a cualquier otro país del mundo, y viceversa. Algo que se ve más claro en otras realidades como son la ecología, el comercio, las guerras o los recursos energéticos, y así en otras tantas dimensiones. La dificultad es que esto también se aplica a los remedios, pues no aplicar soluciones globales a problemas globales solo lleva a poner parches transitorios a un dolor de cabeza que no se resuelve solo. Es más, me atrevería a decir que las soluciones locales para problemas globales calma el dolor de forma transitoria en algunos lugares del mundo, aunque con el tiempo suelen sembrar frustración y demasiada desesperanza.

En mi humilde opinión, con las estadísticas que tenemos y con tantos muertos de por medio, dudar de la eficacia objetiva de las vacunas tiene bastante de insensatez, algo de ingenuidad e incluso una pizca de mala leche. Sin embargo, la apuesta de gran parte de los países de Occidente por centrar sus esfuerzos únicamente en ellos mismos y olvidarse de otros países que no disponen de tantos recursos puede provocar que surjan nuevas variantes –este puede ser un ejemplo claro– y que el enemigo siga a las puertas por más PCRs, restricciones y campañas de vacunación que podamos realizar. La solución para esta pandemia –y para otros tantos retos globales– solo llegará si se plantean respuestas coordinadas y globales donde todos estén incluidos, porque evidentemente la humanidad solo estará a salvo cuando cada persona de este planeta esté sana y salva.

 

ITINERARIOS EN EL ADVIENTO

Adviento es tiempo para caminar en esperanza. El Adviento expresa el movimiento de la vida en busca de una tierra. La salvación de Dios se acerca y despierta los deseos dormidos. El mismo Dios es luz para el camino.

Caminar hacia Dios es estrenar novedad de vida, porque Dios siempre es belleza inexplorada. Para poder caminar hay que salir. Nos acompañan los nómadas de siempre, los millones de emigrantes y desplazados de nuestro tiempo.

Nos guía la fe, luz que arde misteriosamente en el corazón. La fe nos permite asegurar el próximo paso de nuestros pies, pero nada más. Poco a poco Dios nos va desvelando su proyecto.

Tentaciones que frenan la marcha

La seducción de la sociedad que tiene unos valores, actitudes y comportamientos contrarios al bien del ser humano y que nos llevan a poner la seguridad en lo que no puede dárnosla.

La parálisis que produce el miedo y que lleva a la desconfianza hacia los demás.

La violencia ejercida contra los que son distintos, contra los que vienen de fuera.

El cansancio de quien cree que ya se le han apagado en el corazón todas las brasas.

La sensación de que Dios se ha alejado de nosotros o nosotros de El.

La falta de huellas y de lenguaje para entender estas cosas, la dificultad de dar con testigos de Dios.

¡En camino!

El Espíritu orienta nuestros pasos hacia el encuentro con Dios; nos invita a acoger nuestro presente con generosidad y a caminar hacia el futuro con decisión y creatividad. Nunca es tarde para volver a empezar.

¿Por qué no aceptamos que: «Somos un pueblo que camina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios»? En todo momento nos sostiene la fidelidad de Dios.

«No eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto» (Luis Cernuda)

¡Jesús está en camino!

No lo vemos, pero viene. No escuchamos todavía los acentos de su voz, pero nos busca. No sabemos cuándo, pero sí sabemos que vendrá, porque el amor le hace estar en camino y acortar distancias.

Jesús busca el encuentro con cada uno de nosotros. Espera la fidelidad y el amor de quienes han decidido mantener viva la llama en la espera.

Vienen con El todos los seres humanos que buscan hospitalidad porque tienen los enemigos a la puerta. Vienen con El todos los que son más invisibles para los ojos del mundo, los que apenas tienen un hilito de voz para gritar su dolor o su hambre.

¡Estad preparados!

¿Cómo mantener viva la antorcha en medio del desgaste del tiempo?

¿Cómo generar vida y esperanza en el corazón de las gentes?

¿Cómo ayudar a los escépticos y desesperanzados? –

¿Cómo ser fieles al Dios, que siempre es fiel?

Cuidaremos la relación con Dios. Entraremos en nuestra interioridad habitada para «tratar de amistad con quien sabemos nos ama» (Santa Teresa).

Encontraremos cada día un tiempo silencio y de adoración para acoger la voz y el gozo del Espíritu.

Viviremos con intensidad lo cotidiano cuidando los pequeños detalles de cada día; aprovecharemos las oportunidades de gracia que nos trae el momento presente «manteniendo la confianza y el júbilo que proporciona la esperanza» (Heb 3,6). «Soy una especie de saco vacío que Dios debe llenar. Solo me preocupo de hacer día tras día la voluntad de Dios. Os aseguro que esta es la vida más hermosa» (Juan XXIII).

Valoraremos las ayudas que nos vienen de los demás. Con los dones de los hermanos, incluso con sus deficiencias, se va moldeando nuestra vasija. Dios, que es todo regalo, nos hace también el regalo de los demás compañeros de camino. Todo es gracia.

Trabajaremos por lo que necesitan los que están a nuestro lado y los que están más lejos.

La Palabra lo resume todo con la paz. Seremos eso: artesanos de paz. Recordaremos cada día las palabras vigorosas del profeta: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra».

Dejaremos las actividades de las tinieblas y pondremos en práctica los mil caminos del amor con creatividad y valentía, porque «el fuego del amor lleva a preguntarse constantemente por las necesidades de la humanidad y sobre cómo responder a ellas» (Benedicto XVI).

Caminaremos, codo con codo, con muchos hermanos y hermanas, con el corazón abierto a nuevos nombres. Soñaremos juntos los sueños de Dios: un futuro a la medida del ser humano, empezando por los que están en los márgenes de todo.

Oraremos un día y otro día, una noche y otra noche, gritando:

Marana tha. Ven, Señor Jesús.
Enciende tu lámpara,
que no sabemos ir a Ti
si Tú no nos alumbras.

Cipecar

INSTRUMENTO EN SUS MANOS

De entre todos los instrumentos musicales no hay ninguno que se pueda comparar al violín: sus curvas elegantes, su fino mástil culminado en la bella voluta y sus cuatro cuerdas de las que brotan inigualables melodías cuando se desliza sobre ellas el arco. Pero por más que lo intente, el violín por sí solo no conseguirá sacar ni una sola nota. Se retorcerá y luchará toda la noche pero de sus cuerdas no saldrá un solo sonido. Y es que el violín parece haber olvidado que es un instrumento, el más bello de todos ellos pero instrumento al fin y al cabo.

Todo violín necesita de las manos del artista, ese músico que lo conoce a la perfección, que lo quiere y lo cuida con esmero. En sus manos el violín es capaz de interpretar las más bellas sinfonías que se han escrito en la historia de la música pero sin él no es más que otro trozo de madera. Si el violín se empeña, y hay violines muy tercos, acabará por desafinarse, o incluso puede que rompa alguna de sus cuerdas, pero jamás conseguirá por sí solo sacar un sonido de entre sus cuerdas.

En algunas ocasiones al violín le toca ser solista y de pronto todos los focos recaen sobre él, otras aparece en cuarteto y entonces debe aprender a acompasarse con el chelo y la viola, pero la mayoría de las veces se encuentra en medio de una orquesta, pasando más desadvertido pero disfrutando también de la variedad de instrumentos que la componen y de la aportación imprescindible de cada uno de ellos. Lo que nunca se ha visto y nunca se verá es a un violín sin su músico.

No luches, no te desafines, deja que sea el artista el que haga vibrar tus cuerdas, conviértete en instrumento en sus manos.

 

EL MUNDO CUANDO CONVERSAS


Admiro a la gente que tiene capacidad de conversar. No a los charlatanes, de verborrea incesante pero a veces hueca. Tampoco a quienes se escuchan a sí mismos, y entienden que el otro es únicamente público. Admiro a esos otros que son capaces de compartir historias, bucear en sus vidas, comunicarse desde la alegría y el dolor, desde la palabra y la mirada… no necesariamente con conversaciones trascendentes o profundísimas. A veces es el comentario de la última noticia, la narración sencilla de lo ocurrido en la jornada o la pregunta sincera por el otro. Y es que cuando conversas de verdad, cuando compartes un poquito de ti y del otro, parece que el mundo es más cálido.

Si me descuido pierdo la curiosidad, la inquietud, la atención. La prisa puede matar la capacidad de contemplar, y de compartir. Y entonces dejo de preguntarle a la realidad qué esconde tras su fachada habitual. Preguntar al semblante turbado, «¿qué ocurre?». O a la risa contenida «¿qué tienes hoy…?» Sí, vivo a veces demasiado rápido. De un lado a otro, de casa al trabajo, de una tarea a la siguiente… Y me falta la ocasión para hablar un rato con mis gentes, sin temer que el teléfono interrumpa, que el reloj me recuerde que tengo que arrancarme o que las tareas pendientes me llamen.

Si me descuido pierdo la curiosidad, la inquietud, la atención. La prisa puede matar la capacidad de contemplar, y de compartir. Y entonces dejo de preguntarle a la realidad qué esconde tras su fachada habitual. Preguntar al semblante turbado, «¿qué ocurre?». O a la risa contenida «¿qué tienes hoy…?» Sí, vivo a veces demasiado rápido. De un lado a otro, de casa al trabajo, de una tarea a la siguiente… Y me falta la ocasión para hablar un rato con mis gentes, sin temer que el teléfono interrumpa, que el reloj me recuerde que tengo que arrancarme o que las tareas pendientes me llamen.

¿Encuentro espacios para comunicarme de verdad con quienes importan en mi vida, para saber de sus preocupaciones y alegrías, para compartir la rutina, los pequeños o grandes problemas, las historias mínimas?

Pastoralsj


EL MISTERIO DEL ARCOIRIS

La unión de colores en el cielo, la unión de inquietudes y situaciones en nuestra vida ¿es un misterio?

Cuando el rojo pasión se une con el verde esperanza resurge el color tierra haciéndonos recordar que somos barro modelado por las manos de Dios. La esperanza de nuestro corazón y el fuego de nuestra alma nos indican que estamos vivos, que luchamos por algo importante y que en la vida hay más belleza en dar que en recibir porque la tierra, el barro, es un don gratuito de Dios que nos ofrece a diario para que construyamos formas distintas en las que podamos ser nosotros mismos.

Cuando el azul tranquilo, signo de estabilidad y profundidad se une con el amarillo sabio, inteligente y enérgico nace en nuestra alma la serenidad y sosiego basado en los fuertes pilares del Amor verdadero, de aquel amor que a veces nuestros ojos se cierran a ver y sin embargo permanece brillando en nuestra alma.

Cuando el negro del poder, la elegancia, la formalidad, la muerte y el misterio se une con el blanco cargado de luz, bondad e inocencia aparece un gris que nos recuerda la perfección de la vida en los vaivenes de situaciones y acontecimientos. En ese gris hay tonos más fuertes y más suaves que nos invitan a ver con mayor claridad quienes somos y hacia donde vamos.

El naranja combina la energía del rojo con la felicidad del amarillo. Se le asocia a la alegría, el sol brillante. El naranja nos recuerda que estamos vivos, que aceptamos nuestro ser con nuestras limitaciones y grandezas. Que nunca es tarde para empezar de nuevo a vivir y a ser aquello que queremos ser y que somos.

El púrpura aporta la estabilidad del azul y la energía del rojo. Nos viene a recordar con sus destellos que Dios es el centro de nuestro ser y hacer y que nuestro corazón siente, vive, sufre, llorar, ríe… en función de lo que vivimos, en función de lo que somos.

El color café, que surge del marrón amarillento representa la capacidad de entregar todo el esfuerzo y el trabajo a nuestros amigos con el único fin de hacerles felices. Anuncia una vida espiritual sedienta de verdad y de sencillez.

El rosa que surge del rojo aclarado anuncia la capacidad maravillosa que tenemos de amar aprendiendo día a día a vivir mejor y ser felices.
Nos recuerda una vida emocional basada en el amor que es capaz de vencer todos los obstáculos y ganar todas las luchas. Ayuda a un desarrollo espiritual que está basado en el amor a Dios por sobre todas las cosas del mundo.

La ausencia de color representa la incapacidad de crecer porque nuestro ser interno está limitado y atrapado por el dolor y las dudas.
Anuncia una vida emocional nula. Ayuda a un desarrollo espiritual en el cual en el camino de la vida se encuentra siempre una ayuda para cambiar y crecer.

Amigo mío, dame tu mano caminemos por ese arco iris en el que Dios mezcla la creación con los sentimientos y situaciones de nuestra vida. Miremos al frente, pongamos lo que somos en sus manos, lo que vivimos en su santuario, dando gracias por lo bueno y por aquello que nos ayuda a crecer, aunque a veces sea a base de sufrimiento.

Pintemos a nuestro paso bellos trazos de colores en los que recordemos al mundo que no existe un color único, que nada es perfecto ni imperfecto en su pura esencia. Que la vida está hecha de mezclas pero que nosotros somos los protagonistas de nuestro cuadro y que convertiremos un blanco lienzo en una bella obra de arte basada en el amor, el perdón y la amistad.

La vida es misterio, el ser humano es misterio, el arco iris es misterio pero… ¡que suerte tenemos de poder ir descifrando con el paso de la vida cada uno de esos colores que forman nuestro ser!

Encar_AM

EL EVANGELIO NOS INVITA A VIVIR CON SENCILLEZ


En muchos momentos, nos podemos encontrar en situaciones en las que parece que el mundo que nos rodea nos pide continuamente tener más cosas. Estos apetitos nos empujan a olvidar lo que realmente es importante. El amor a Dios y a los demás. Cuando nos obsesionamos por realidades materiales que no son imprescindibles, podemos despistarnos en nuestro camino cristiano.

Por ello, el evangelio nos invita a vivir con sencillez. De esta manera, nuestra atención se centrará en aquello que de verdad nos anima a llevar una vida auténtica que está en comunión con Dios y con el prójimo. Preocupémonos de aquello que es realmente importante, de cómo vivimos el amor de Dios entre nosotros.

E Ignaciana

𝗖𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗮 𝗱𝘂𝗱𝗮 𝘁𝗲 𝘃𝗶𝘀𝗶𝘁𝗲, 𝗱𝗶𝗹𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝗳𝗲 𝗹𝗹𝗲𝗴ó 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿𝗼.

 



Cuántas veces estamos viviendo un problema y nos surge el miedo, las dudas, la desconfianza; nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer?

Esta frase te dice que, cuando llegue ese momento de sufrimiento, la fe está ya en tu vida. La fe no es un remedio a un problema. La fe es un estilo de vida, lo cual te impregna todo tu día.
Todo es muy distinto si tuviéramos fe.
Por ello la fe no tiene que estar al final del camino, tiene que estar al principio, es la que nos tiene que acompañar en este peregrinar. Así todo será diferente.

ESCUCHAR AL CORAZÓN



Cuando la claridad se desvanece. Cuando las palabras no alcanzan. Cuando la Vida quiere desvelar su próxima invitación. Cuando todo. Cuando nada. Cuando me quedo a solas conmigo. Sólo me queda escuchar lo que el corazón me dice.