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RESUCITO Y VIVE ENTRE NOSOTRAS!!!
El sábado 3 de julio de 1886, confortada con todos los auxilios espirituales, nuestra Madre
María Ana Mogas Fontcuberta, sólo le resta realizar el legado que ha sido nuclear en su vida y
lo hace como última entrega con una intensidad vivencial, en el crucial momento en que su
alma está a punto de dejar este mundo nacen sus últimas palabras:
Lector/a 1:
“Hijas mías: Amaos unas a otras como yo os he amado y sufríos como yo os he sufrido.
Caridad, caridad verdadera. ¡Amor y Sacrificio!
Guía 2:
Si bien todas las hermanas tenían la certeza de que el Instituto estaba encauzado y protegido
por valiosos bienhechores, flotaba en el ambiente la impresión de desamparo que tiene un
viajero cuando va a dejarles el guía; pensando que iban a perder tal madre, el sufrimiento era
evidente.
La residencia de María Ana era la casa de la calle Sagunto, en Madrid, pero después de la
última ceremonia de profesión que presidió, el 26 de mayo de 1886, se retiró a la de
Fuencarral, por el singular aprecio que tenía a la capilla de aquella casa, consagrada al Sagrado
Corazón de Jesús y las mejores condiciones de la vivienda. La M. Mogas encontró allí el
ambiente propicio para una más intensa vida de oración.
Dos hermanas afirman que, al despedirse, fijó sus ojos en M. Dolcet y, como vislumbrando el
porvenir, le dijo: “sufrirás lo que he sufrido; te espera lo que a mí. Ten ánimo” Sus palabras
eran referidas al desprecio y desestima que sufriría M. Dolcet, tiempo más tarde
RECUERDO AGRADECIDO
Nació en Corró de Val (Barcelona) el 13 de enero de 1827.
Su padre murió cuando María Ana contaba 7 años. A los 14 pierde a su madre.
La joven María Ana marcha a Barcelona, a la casa de su madrina que sueña en un futuro prometedor para su ahijada.
Pero María Ana tiene otros ideales: Dedicar su vida a la enseñanza de niñas pobres en la vida religiosa. Inicia su vida religiosa en Ripoll (1850). Al año siguiente la vemos al frente de la misma.
Sus dotes de gobierno, la capacidad de organización, la tenacidad en el trabajo, la preparación cultural, la confianza y abandono en la Providencia dan como resultado que la fundación de Franciscanas Misioneras de la madre del Divino Pastor se extienda por otros muchos lugares, dentro y fuera de Cataluña.
La vida de María Ana puede resumirse en el mandato evangélico: “Amaos”. En los umbrales de la eternidad dijo a sus hermanas: “Hijas mías, amaos unas a otras como yo os he amado, y sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera. ¡Amor y sacrificio!”. Murió en Fuencarral (Madrid) el 3 de julio de 1886. Fue declarada Venerable por Juan Pablo II el 15 de diciembre de 1994 y beatificada el 6 de octubre de 1996.
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