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EL ESPÍRITU NOS ENVÍA A TODOS

Pentecostés B

Nuestras ciudades, al igual que Jerusalén el día de la Fiesta de Pentecostés, son espacios de pluralidad y diversidad. En ellas confluyen distintas lenguas, culturas, ideas políticas y religiones que las hacen cada vez más mestizas. Todas esas realidades, desde el respeto por supuesto, son objeto de la acción evangelizadora de la Iglesia pues entendemos que no hay ningún lugar vetado para anunciar la acción transformadora del Espíritu. 

El Espíritu no nos envía a un grupo cerrado de personas, nos envía a anunciar el Evangelio y a proponer el camino de los discípulos a todos: a los sabios y a los ignorantes, a los pobres y a los ricos, a los que no piensan como nosotros, a los llamados “progres” y a los “conservadores”, a los hombres y mujeres a los inmigrantes y a los autóctonos, a todos porque estamos convencidos que la acción del Espíritu no tiene fronteras.

Mirada al interior

HIMNO DE PENTECOSTÉS


Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles y llena de gracia los corazones, que Tú mismo creaste. 
Tú eres nuestro Consuelo, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. 
Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, el dedo de la mano de Dios; Tú, el prometido del Padre; Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. 
Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra débil carne. 
Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé Tú mismo nuestro guía, y bajo tu dirección, evitaremos todo lo malo. 
Que por Ti conozcamos al Padre, y también al Hijo; y que en Ti creamos en todo tiempo.



(a partir de una plegaria de Rabanus Maurus, siglo IX)

VEN ESPÍRITU SANTO

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Ven, Espíritu Santo. Despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Enséñanos a vivir confiando en el amor insondable de Dios, nuestro Padre, a todos sus hijos e hijas, estén dentro o fuera de tu Iglesia. Si se apaga esta fe en nuestros corazones, pronto morirá también en nuestras comunidades e iglesias.

Ven, Espíritu Santo. Haz que Jesús ocupe el centro de tu Iglesia. Que nada ni nadie lo suplante ni oscurezca. No vivas entre nosotros sin atraernos hacia su Evangelio y sin convertirnos a su seguimiento. Que no huyamos de su Palabra, ni nos desviemos de su mandato del amor. Que no se pierda en el mundo su memoria.

Ven, Espíritu Santo. Abre nuestros oídos para escuchar tus llamadas, las que nos llegan hoy, desde los interrogantes, sufrimientos, conflictos y contradicciones de los hombres y mujeres de nuestros días. Haznos vivir abiertos a tu poder para engendrar la fe nueva que necesita esta sociedad nueva. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la nostalgia.

Ven, Espíritu Santo. Purifica el corazón de tu Iglesia. Pon verdad entre nosotros. Enséñanos a reconocer nuestros pecados y limitaciones. Recuérdanos que somos como todos: frágiles, mediocres y pecadores. Libéranos de nuestra arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprendamos a caminar entre los hombres con más verdad y humildad.

Ven, Espíritu Santo. Enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba a los que sufren, los que lloran, los que caen, los que viven solos y olvidados. Si cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de tu Iglesia. Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y Señor.

Ven, Espíritu Santo. Haz de nosotros una Iglesia de puertas abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa. Que nada ni nadie nos distraiga o desvíe del proyecto de Jesús: hacer un mundo más justo y digno, más amable y dichoso, abriendo caminos al reino de Dios.

José A Pagola