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VEN!!!!
Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido.
Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo.
Tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego.
Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del alma si tu le faltas por dentro.
Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas. Infunde calor de vida en el hielo.
Doma el espíritu indómito. Guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito.
Salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
EL DÍA DE PENTECOSTÉS
El día de Pentecostés bajó El Espíritu sobre los apóstoles y les hizo comunidad e iglesia; comunión y misterio. Se sintieron unidos en la muerte de Cristo y aliviados en el poder de su resurrección. Desde el primer instante brota el gozo, la alegría y la celebración. Es el Espíritu Santo el que nos enseña quién es Jesús, nos aclara sus palabras y nos da sentido a toda su vida, muerte y resurrección. Somos cristianos porque creemos en esta fe.
¿En qué lugar quedan aquí las virtudes y los pecados? No son el centro de la vida religiosa. El centro es Jesús y su salvación. Es sobre él sobre el que ha caído el peso de nuestra salvación. Él ha cargado con todos nuestros pecados. Ya estamos salvados. Antes de nuestro nacimiento ya nos había recatado Jesús de todos nuestros pecados, incluso de los que no hemos cometido aún. Ni nuestros esfuerzos ni las buenas obras ni los méritos ni las virtudes nos salvan, solo el sacrificio de Cristo en la cruz y su resurrección son los que operan tal misericordia sobre nosotros. La fe, pues, se trasforma en confianza, virtud que Aristóteles no pudo vislumbrar. Y eso porque la única ofrenda que agrada al Padre es la de Jesucristo y la de los que quieran unirse con él. No hay condenación posible para los que están en Cristo Jesús. Eso es lo que celebramos todos los días en la eucaristía.
EL, EL ESPÍRITU SANTO, OS LO ENSEÑARÁ TODO
El Espíritu Santo enseñó a los Apóstoles: Jesús lo había anunciado: “El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Ése les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he enseñado” (Jn 14,26). Gracias a la ayuda del Espíritu Santo los apóstoles lograron comprender las enseñanzas de Jesús. Hoy también, gracias a Él la Iglesia goza de una ayuda especial para enseñar siempre, y en todas partes, la verdadera doctrina de Jesucristo. Y gracias también a Él, nosotros los cristianos podemos comprender mejor las cosas de la fe; él nos ilumina para entender y dar razones sobre nuestra fe; nos capacita para saber discernir.
El Espíritu Santo santifica, en el bautismo él nos hace nacer a una vida nueva, y formar una nueva familia; es decir por su acción nos llenamos de la gracia, nos hace ser y vivir como hijos de Dios y poder llamar a Dios “Padre”. Al ser hijos de Dios podemos gozar de los bienes y regalos divinos. Gracias a Él podemos convivir como hermanos dentro de la vida comunitaria.
El Espíritu Santo fortaleció a los Apóstoles para ser sus testigos en la comunidad, así lo aseguró Jesús a sus apóstoles, diciéndoles que cuando viniera el Espíritu Santo, ellos darían testimonio de Él (Jn 15,26-27). Y así fue, los apóstoles que estaban tristes y temerosos por la muerte de Jesús, cuando reciben el Espíritu Santo se llenan de fortaleza y valentía y salen anunciar el Evangelio; esto lo hacen ante sus amigos y hermanos; así como tu y yo estamos llamados a hacerlo en nuestra comunidad. También hoy el Espíritu Santo nos ayuda a vivir como discípulos de Jesucristo y a dar testimonio de Él.
ACOGEMOS LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Acogemos los dones que el Espíritu nos regala para vivir nuestra fe y nuestro compromiso con el mundo:
El don de Fortaleza: Tú eres quien nos mantiene firmes en nuestra fe, eres quien nos acompaña y sostiene en las dificultades que se nos presentan en la Vida. A ti te invocamos cada vez que nos sentimos débiles, angustiados, oprimidos, para fortalecernos y salir adelante en nuestro compromiso y en nuestro amor y seguimiento de Jesucristo. Tú eres el que nos recuerda siempre que Dios nos ama por sobre todas las cosas.
El don de la Sabiduría: Tú eres el don que nos permites disfrutar las cosas de Dios. Eres quien nos invita siempre a buscar primero el Reino de Dios. Tú nos permites ver las cosas no sólo con la racionalidad, sino también con el corazón, tratando de verlas tal cual Dios mismo las ve.
El don de la Piedad: Tú eres el don que nos permite reconocernos hijos muy amados del Padre, y poder disfrutar de la dicha que esto significa. Eres el don que nos facilita nuestro dialogo amoroso y filial con Dios a través de la oración y del encuentro comunitario.
El don del Temor de Dios: Tú eres quien nos permite acercarnos con cariño y confiadamente a Dios Padre, para hablarle con sencillez y presentarle nuestra vida. Tú nos permites reconocer día a día el amor de Dios por cada uno de nosotros, contigo podemos reconocer que somos sus hijos predilectos muy amados por Dios. Nos iluminas de manera especial en los momentos en que, en forma personal o comunitaria nos reunimos a orar y alabarte.
El don del Consejo: Tú eres quien nos inspira para saber qué debemos hacer, qué escoger, qué cosas evitar. Tú estás siempre presente cuando debemos tomar decisiones en nuestra vida, para que ellas están de acuerdo a la voluntad de Dios Padre y del Evangelio de Jesús nuestro hermano. Y a ti también te invocamos cuando debemos aconsejar a uno de nuestros hermanos.
El don de Ciencia: Tú eres quien nos permite descubrir lo verdadero y lo falso. Nos ayudas a comprender y amar el universo entero creado por Dios. Eres el don que nos inspiras a encontrar la presencia de Dios en toda la creación. Eres quien inspiras a hombres y mujeres para llevar adelante descubrimientos, avances científicos y tecnológicos que favorecen la vida del hombre.
El don de Entendimiento: Tú eres quien nos permite adentrarnos en los misterios de Dios para poder descubrir ¿qué es lo que Dios quiere?. Tú nos ayudas a discernir los caminos que nuestro Padre nos presenta, iluminados por su misma Palabra y por la oración.
JESÚS NOS DA SU ESPÍRITU
Jesús se puso en medio y les dijo: ‘Paz a vosotros’
La oración es dejar que Jesús se ponga en medio de nosotros, en el centro de nuestro corazón. Así comienza una historia sorprendente de derroche, ¡tan amigo es Jesús de dar y darse por entero! Jesús nos da su Espíritu, torrente de paz que vence los miedos. Ensancha nuestro corazón y nos encomienda orar y trabajar por la paz, el diálogo y la reconciliación. “Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento… que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia” (Papa Francisco). La oración es don y tarea.Danos, Señor Jesús, el don del Espíritu. ¡Espíritu Santo!, aquí tienes nuestras manos para crear puentes y saludar a las gentes con la paz.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
La alegría de Jesús es llenar nuestros vacíos con el Espíritu, darle plenitud a nuestra vida. María, la llena de Espíritu, nos muestra el camino. El Espíritu Santo es una fuente de alegría en la hondura de nuestro pozo. ¡Dichosos los que oyen su murmullo! El fracaso lo cambia en fecundidad, la sequedad en huerto regado, la siembra en cosecha abundante. Si nos dejamos acompañar por Él, nos contagia su alegría de ver a Jesús, de estar y caminar con Él. El Espíritu llena nuestra boca de cantares, une nuestra voz a la de tantos hermanos y hermanas de la humanidad para entonar cada día un canto de alabanza a Jesús, el Señor. “La alegría, la oración de alabanza, nos hace fecundos” (Papa Francisco).Ven, Espíritu Santo, fuente inagotable de alegría. Ven, Espíritu Santo, bondad que curas las heridas, fuerza que empujas a servir a los pobres. ¡Ven!
Exhaló su aliento sobre ellos.
Visualizamos a Jesús, que está soplando el aire del Espíritu sobre nosotros. Con este gesto, tan de amigo, comparte con nosotros el viento que le ha acompañado por los caminos invitándole siempre a moverse en la dirección de las bienaventuranzas. El Espíritu mueve nuestra vida para iniciar la danza del seguimiento de Jesús, la vuelve ágil para salir a la calle y anunciar la ternura del Padre, la libera de tantos miedos que la sofocan, la introduce en la fiesta de la comunión: ¡caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos! El Espíritu, en su aspirar sabroso, delicadamente nos enamora de Jesús, nos empuja a servir a los pobres. Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el amor.
Recibid el Espíritu Santo.
La paz, el viento, la alegría, son el Espíritu. La luz, los dones, el consuelo, son el Espíritu. La presencia en el alma, el agua que riega la tierra, la salud que cura a los enfermos, son el Espíritu. La vida, la ternura, el anuncio misionero, son el Espíritu. El perdón, la reconciliación, la oración, son frutos del Espíritu. La interioridad, la creatividad, la comunión, son manifestación del Espíritu. La voz que susurra en nosotros Abbá, la confesión de Jesús como Señor, la danza de la gracia con la música del amor, son del Espíritu. ‘Recibid el Espíritu Santo’, nos dice Jesús. A nosotros nos toca abrir el corazón y dejarle entrar para que viva siempre con nosotros. Gracias, Espíritu Santo, por unirte a nosotros. Amén. Aleluya. Gloria a ti, Espíritu Santo. ¡Qué alegría vivir contigo! ¡Aleluya!
PENTECOSTÉS, FIESTA DE PLENITUD
PENTECOSTÉS, algo más que la venida del espíritu…
La fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto.
Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo segunda Pascua, la liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua, no pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio. Por lo tanto no podemos desvincularla de la Madre de todas las fiestas que es la Pascua.
En este sentido, Pentecostés, no es una fiesta autónoma y no puede quedar sólo como la fiesta en honor al Espíritu Santo. Aunque lamentablemente, hoy en día, son muchísimos los fieles que aún tienen esta visión parcial, lo que lleva a empobrecer su contenido.
Hay que insistir que, la fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.
Es bueno tener presente, entonces, que todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo, Espíritu que es fruto de la Pascua, que estuvo en el nacimiento de la Iglesia y que, además, siempre estará presente entre nosotros, inspirando nuestra vida, renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la realidad que nos corresponde vivir.
CONCÉDEME TUS DONES
Señor,
dame luz para ver con claridad lo que me conviene hacer,
dame sabiduría para distinguir lo efímero y lo necesario,
dame ternura para que todo me resulte agradable,
dame vigor para afrontar las dificultades y las dudas,
dame constancia para poner en orden mis sentimientos,
dame sensibilidad para detectar el bien en los demás,
dame un corazón agradecido para poder vivir con alegría,
dame serenidad para acoger todos con gozo,
dame capacidad de escucha y atención para aceptar comprender,
dame voluntad de dar cariño y manifestar satisfacción al recibirlo,
dame entusiasmo para vivir con un corazón abierto,
dame la gracia de sembrar ánimo en el encuentro con otros,
dame, Señor, tu Espíritu con esas semillas de tu vida.
dame luz para ver con claridad lo que me conviene hacer,
dame sabiduría para distinguir lo efímero y lo necesario,
dame ternura para que todo me resulte agradable,
dame vigor para afrontar las dificultades y las dudas,
dame constancia para poner en orden mis sentimientos,
dame sensibilidad para detectar el bien en los demás,
dame un corazón agradecido para poder vivir con alegría,
dame serenidad para acoger todos con gozo,
dame capacidad de escucha y atención para aceptar comprender,
dame voluntad de dar cariño y manifestar satisfacción al recibirlo,
dame entusiasmo para vivir con un corazón abierto,
dame la gracia de sembrar ánimo en el encuentro con otros,
dame, Señor, tu Espíritu con esas semillas de tu vida.
Espíritu Santo: Los siete Dones
REPARTE TUS 7 DONES SEGÚN LA FE DE TUS SIERVOS
SEÑOR:
¡Por qué pedir tus "siete dones", si tu Espíritu es el único y verdadero Don, y si de Ti nos viene todo y todo cuanto nos viene es "don"?
Por que de algún modo tenemos que explicarnos cuando queremos pedirte una serie de hábitos, de disposiciones, de capacidades, de ayudas para tener siempre nuestras antenas orientadas hacia Ti.
Por que deseamos, no sólo captar tu voluntad, sino disponer de estímulos concretos para cumplirla en cada situación concreta.
Porque la acción de tu Espíritu en nosotros adopta distintas formas que ya Isaías (11, 1-3) describía como: Espíritu de sabiduría, de inteligencia, de ciencia, de consejo, de fortaleza, de piedad y de temor de Dios.
DANOS EL "DON DE INTELIGENCIA"
Oh Espíritu de Dios! Sabemos que estás presente en todo ser humano, en toda criatura. Te sabemos el Omnipresente.
Pero te sabemos, al mismo tiempo, el "Dios escondido". Por eso y para eso te pedimos el "Don de Inteligencia": Para que no nos falte el instinto de todo lo divino; para que te descubramos al trasluz de cada acontecimiento; para que cada criatura se nos convierta en huella de tu paso entre nosotros.
Mira, Señor, que cada vez parece que son más los estratos de nuestra cultura, las áreas de nuestro saber que se vuelven opacos a tu Presencia. No permitas que se nos atrofie el sentido de lo Tuyo.
Que Tu -¡Verdad de verdades!- seas la clave de todas las nuestras.
VIGILIA DE PENTECOSTES
Espíritu Santo: ¡Oh llama de Amor viva!
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros”(Rom 8,11).
AMBIENTACIÓN
En el lugar donde se celebre la vigilia se colocará una imagen de María con una vela encendida; un ambón para la Palabra y una mesa donde dejar los símbolos que se utilicen en la vigilia: un cirio; un cartel con una paloma dibujada y escrita la palabra PAZ; unas espigas; un cántaro de barro; un recipiente con tierra y varias semillas; un ramo de flores de varios colores; una lámpara encendida; diez velas.
MOTIVACIÓN
Nos reunimos junto a María en esta noche para esperar la venida del Espíritu Santo. Traemos a este encuentro los gozos y las esperanzas, los dolores y las búsquedas de los hombres y mujeres que viven en nuestro mundo. Nos ponemos en camino hacia el Manantial que nos indica Jesús: “El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva” (Jn 7, 37). Nos abrirnos a la Presencia amorosa del Padre que quiere inundarnos de su Amor.
Canto: Inunda mi ser. Inunda mi ser. Espíritu, inunda mi ser. En olas de amor, ¡oh, ven sobre mí, Espíritu inunda mi ser.
Símbolo: Una persona entra con el Cirio encendido. (Permanece delante del grupo, con la luz en alto, mientras se lee el poema de la Llama de San Juan de la Cruz).
Lector: Himno al Espíritu Santo (Música suave de fondo)
¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro! / pues ya no eres esquiva, / acaba ya si quieres; / rompe la tela de este dulce encuentro
¡Oh cauterio suave! / ¡oh regalada llaga! / ¡oh mano blanda! ¡oh toque delicado, /que a vida eterna sabe, / y toda deuda paga! / matando, muerte en vida has trocado
¡Oh lámparas de fuego, / en cuyos resplandores / las profundas cavernas del sentido, /que estaba oscuro y ciego, / con extraños primores / color y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso / recuerdas en mi seno / donde secretamente solo moras; /y en tu aspirar sabroso / de bien y gloria lleno, / cuán delicadamente me enamoras!
Canto: Inunda mi ser. Inunda mi ser. Espíritu, inunda mi ser. En olas de amor, ¡oh, ven sobre mí, Espíritu inunda mi ser.
I.- UNA MIRADA A LA VIDA: “En el más profundo centro”
Lector: ¿Qué hay en el centro de mi vida? ¿A qué llamo profundidad? ¿Qué pongo en el centro de mi vida? ¿Alrededor de qué gira mi vida?
Momento de silencio breve
Lector:“El centro del alma es Dios, al cual, cuando el alma hubiere llegado según toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación e inclinación,habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios, que será cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios” (Llama 1, 12).
Canto: En nuestra oscuridad enciende la llama de tu amor, Señor, de tu amor, Señor. En nuestra oscuridad.
PENTECOSTÉS
Sólo quedan cuatro días para Pentecostés.
¿Cómo preparar nuestro corazón para acoger el mayor don que Dios ha hecho a la humanidad, su propia vida en nosotros?
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