Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor.Pero esa
convicción se sostiene con la propia experiencia, constantemente
renovada, de gustar la amistad y el mensaje de Jesús. No se puede
perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido,
por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que
no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no
es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo
poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario