Hch 18,9-18
Jn 16,20-23a
En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que vosotros
lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin
embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Cuando
una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero
cuando ya ha nacido la criatura, la madre se olvida del dolor a causa de la
alegría de que un niño haya venido al mundo. Así también, vosotros os
angustiáis ahora, pero yo volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará
de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar. Aquel día ya no me
preguntaréis nada”.
Preparación:
El
salmo responsorial nos sitúa en el contexto de la Ascensión del Señor y nos
invita a demostrar nuestra alegría con cantos y trompetas: “Pueblos todos,
batid palmas. Aclamad a Dios con vítores de júbilo… Dios asciende entre
aclamaciones, el Señor al son de trompetas. Tocad para Dios, tocad; tocad para
nuestro Rey, tocad” (Sal 46, 2.6-7).
Lectura:
Las
dos lecturas de la misa de hoy confieren paz y confianza a los discípulos de
Jesús. En los Hechos de los Apóstoles, se
recuerdan las palabras que el Señor dirigió a Pablo en Corinto: “No temas,
sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo y nadie se atreverá a
hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío”. En el evangelio, oímos de
nuevo la promesa de Jesús a sus discípulos: “Vosotros os angustiáis ahora, pero
yo volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar.
Aquel día ya no me preguntaréis nada”.
Meditación:
•
“El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita
insistentemente a la alegría”. Así lo proclama el Papa Francisco en su
exhortación apostólica La alegría del
Evangelio (n.5). Y para confirmar esta afirmación, cita, entre otros
textos, el final del evangelio que hoy se proclama. • El mundo nos ofrece todos
los días mil satisfacciones, pero no puede prometernos la alegría. Jesús, por el contrario, no nos ha propuesto
satisfacción alguna inmediata y pasajera, pero nos ha abierto el amplio
horizonte de la alegría, que sólo por la fe podemos alcanzar.
Oración:
“Oh
Dios, por la resurrección de tu Hijo nos has hecho renacer a la vida eterna.
Levanta nuestros corazones al Salvador, que está sentado a tu derecha, para que
cuando venga de nuevo seamos revestidos de una inmortalidad gloriosa”. Amén.
Contemplación:
Una
vez más nos encontramos en la “sala de arriba”, donde Jesús ha celebrado la
Pascua con sus discípulos. Vemos a los discípulos preocupados por la suerte de
su Maestro y preguntándose por el sentido de sus palabras, que anuncian su
ausencia y su retorno. Y contemplamos a Jesús que les anima a pasar de la
tristeza a la alegría. Una alegría firme, que nadie les podrá arrebatar. Ante
esa promesa, nosotros nos preguntamos si nuestra alegría se fundamenta
verdaderamente en la presencia del Resucitado entre nosotros.
Acción:
De
nuevo podemos proponernos ayudar a alguna persona a pasar una situación de
duelo y a encontrar razones para recobrar la paz y la alegría.
José-Román Flecha Andrés
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