Francisco en el ángelus:
el Evangelio te habla al corazón y te cambia
la
vida
El santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio
Apostólico Vaticano, como cada domingo, para rezar el ángelus con los fieles y
los peregrinos venidos a la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa antes de la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Las breves semejanzas
propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión del capítulo del Evangelio
de Mateo dedicado a las parábolas de Reino de Dios. Entre estas hay dos pequeñas
obras maestras: la parábola del tesoro escondido en el campo y la de la perla
de gran valor.
Éstas nos dicen que el descubrimiento
del Reino de Dios puede llegar de repente como al campesino que arando,
encuentra el tesoro inesperado; o después de una larga búsqueda, como para el
comerciante de perlas, que finalmente encontró la perla preciosa soñada durante
mucho tiempo.
Pero en los dos casos queda el
dato primario que el tesoro y la perla valen más que los otros bienes, y por
tanto, el campesino y el comerciante, cuando lo encuentran, renuncian a todo lo
demás para poder conseguirlo. No necesitan hacer razonamientos, pensar,
reflexionar: se dan cuenta en seguida del valor incomparable de lo que han
encontrado, y están dispuestos a perder todo para tenerlo.
Así es el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es
lo que buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas.
Y es realmente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, se
queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo
en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús. Este es el
gran tesoro. Cuántas personas, cuántos santas y santos, leyendo a corazón
abierto el Evangelio, han sido tan tocados por Jesús, que se han convertido a
Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él era ya un cristiano, pero de
"agua de rosas". Cuando lee el Evangelio, en un momento decisivo de
su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos
sus sueños de gloria terrena se desvanecieron.
El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús
vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo.
Puedes cambiar efectivamente el tipo de vida, o continuar a hacer lo que hacías
antes pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, sabor,
luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos, también a la
muerte. Leer el Evangelio, leer el Evangelio. Lo hemos hablado, ¿lo recordáis?
Cada día leer un fragmento del Evangelio. Y también llevar un pequeño Evangelio
con nosotros, en el bolsillo, en el bolso, es decir, a mano. Y allí, leyendo un
fragmento, encontraremos a Jesús.
Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro, que Jesús llama
"el Reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra
vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres.
Esto es lo que Dios quiere, es por lo que Jesús se ha donado a sí mismo hasta
morir en la cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al
reino de la vida, de la belleza, la bondad, la alegría. Leer el Evangelio es
encontrar a Jesús y tener esta alegría cristiana que es un don del Espíritu
Santo.
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