Jesús nos
explica en el pasaje evangélico de hoy que la vida del cristiano y la de todo
hombre es lucha. Hay que vencer el viento, la dureza de las piedras, las
espinas...
Y es que no basta con tirar la semilla para cosechar
frutos abundantes. Hay que elegir el terreno. Hay que preparar la tierra. Hay
que cuidar la semilla y tirarla a tiempo. Hay que regar, quitar las malas
hierbas y, sobre todo, hay que segar en el momento oportuno. Implica
lucha.
Trabajo. Esfuerzo. Se dice que: «De los esforzados es el
Reino de los Cielos». Es ley de vida. A veces cuesta.
Lo importante, no es tanto lo que hacemos, sino el amor con
el que obramos. Cuando hay amor, Dios bendice y nos premia,
aun si en muchas ocasiones no lo parece a primera vista. Para lograr estar
siempre en la «lucha» contamos con un medio excelente: la
oración. Jesús la usó y siempre le funcionó.
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