Turquía espera al Papa: Se acercará a los católicos, pobres y minoritarios
Los viajes del papa Francisco suelen estar repletos de
actos, discursos y encuentros con las autoridades civiles y religiosas. El que
ha iniciado este viernes en Turquía, no. La agenda de Jorge Mario Bergoglio en
un país en el que más del 97% de sus 76 millones de habitantes es musulmán y
los católicos apenas representan un 0,07% —según datos del Vaticano— aparece
llamativamente vacía. La razón que apuntan diversas fuentes es que el Papa
aceptó la invitación del patriarca Bartolomé —con la obligada, aunque no
demasiado deseada, visita de cortesía al presidente Recep Tayyip Erdogan— con
la esperanza de poder realizar un gesto a favor del millón y medio de
refugiados que malviven en la frontera de Turquía con Irak y Siria.
Aunque al final todo parece indicar que no será posible, Francisco lanzó un
anuncio al grupo autodenominado Estado Islámico (IS) a través de su mensaje
siempre enfocado a la paz y al diálogo. "Hoy, tristemente, somos testigos
de graves conflictos. En Siria y en Irak, especialmente, la violencia
terrorista no da signos de declinar (...) El diálogo interreligioso e
intercultural puede hacer una contribución importante para terminar con todas
las formas de fundamentalismo y terrorismo", dijo Francisco en la
comparecencia conjunta con el presidente Erdogan en Ankara.
En referencia a la amenaza del Estado Islámico en los países vecinos de Turquía,
el pontífice declaró: "Es lícito, siempre que se respete la ley
internacional, detener una agresión injusta (...), lo que se necesita es un
compromiso concertado por parte de todos para activar recursos destinados no a
la guerra, sino a las otras nobles batallas de la humanidad: la lucha contra el
hambre y la enfermedad", dijo.
En el avión que le llevó a Ankara (donde aterrizó a mediodía) afirmó que
Turquía "es en estos momentos testimonio de ayuda a los refugiados de las
zonas en conflicto", informa Efe. Su visita al país es una "actividad
religiosa y humanitaria", añadió.
Si no surge la posibilidad de un encuentro directo con los refugiados
—salvo con los muchachos procedentes de Siria e Irak que estudian en un colegio
salesiano de Estambul—, la agenda del Papa es más bien triste, aunque no por
ello exenta de polémica. A primera hora de la tarde, Bergoglio visitó el
mausoleo dedicado al fundador de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Atatürk, y
de allí se dirigió al nuevo palacio presidencial, donde pronunció un discurso
—el único del día— ante Erdogan y
las primeras autoridades turcas.
El problema es que el Papa ha tenido el dudoso honor de convertirse en el
primer jefe de Estado que visita el llamado Palacio Blanco, un monumento al
lujo que se levanta sobre un solar de 200.000 metros cuadrados, dispone de más
de 1.000 habitaciones y ha costado más de 350 millones de euros. Diversos
colectivos, entre los que se encuentran arquitectos y ecologistas, solicitaron
a Bergoglio que no legitimara con su presencia un dispendio de tal calibre.
El Papa pernoctará en Ankara y volará por la mañana a Estambul,
donde visitará el museo de Santa Sofía, la mezquita azul y la catedral católica
del Espíritu Santo —donde celebrará una misa— para más tarde encontrarse en
privado con el patriarca Bartolomé I. El domingo por la mañana celebrará una
misa en privado en la Delegación Apostólica y por la tarde pronunciará un
discurso y cerrará el viaje firmando una declaración conjunta con el patriarca
ortodoxo. Pero nadie descarta que los espacios en blanco de los tres días del
papa Francisco en Turquía hayan sido dejados así a propósito para permitir
cualquier iniciativa de última hora, como la que en Tierra Santa urdió para que
las máximas autoridades de Israel y Palestina se reunieran con él en Vaticano
para rezar juntos por la paz.
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