Los 3 cansancios de los sacerdotes-Papa Francisco-
El cansancio de los sacerdotes es como el incienso, «sube directamente hasta el corazón del Padre»
“Rezo por los que trabajan
en medio del pueblo fiel de Dios que les fue confiado, y muchos en lugares muy
abandonados y peligrosos”
1. El cansancio de la
gente: sacerdote con olor a oveja y sonrisa de padres
El Papa
hablando del cansancio del contacto de Jesús con las multitudes, lo llama el “cansancio de
la gente”. “Para el Señor,
como para nosotros, era agotador —lo dice el evangelio".
“La gente
que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los
que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se
entusiasmaban con el Rabí..., no le dejaban
tiempo ni para comer. Pero el Señor no se hastiaba de estar
con la gente. Al contrario, parecía que se renovaba”.
“Y este
cansancio – prosiguió - es bueno, es sano. Es el
cansancio del sacerdote con olor a oveja..., pero
con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que
ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba”.
Luego en
su estilo directo afirmó: “no podemos ser pastores con cara de
vinagre, quejosos ni, lo
que es peor, pastores aburridos. Olor
a oveja y sonrisa de padres..."
2. El cansancio de los
enemigos, los secuaces del mal no duermen
Al respecto, continuó explicando que “el
demonio y sus secuaces no duermen” y, “trabajan incansablemente” contra
la Palabra de Dios. Y advirtió: “aquí el cansancio de enfrentarlos es más
arduo. No sólo se trata de hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino
que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal”.
“El maligno – continuó- es más astuto que nosotros y
es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante
largo tiempo”.
En este
sentido, dijo a los sacerdotes que es necesario
pedir la gracia de “aprender a neutralizar el mal, no
arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el
Señor tiene que defender”.
“Todo
esto ayuda a no bajar los
brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para
estas situaciones de cansancio es: «No temáis, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33)”, agregó.
3. El cansancio de uno
mismo, el coquetear con la mundanidad espiritual
Y por
último, meditó sobre el «el cansancio de uno mismo» que indicó como “quizás el
más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de
nosotros mismos a ungir y a pelear (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más
auto-referencial”, señaló.
“A este
cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la mundanidad espiritual», advirtió el Pontífice que explica se trata de
un cansancio que da “el «querer y no querer», el haberse jugado todo y después
añorar los ajos y las cebollas de Egipto”.
Es la
desilusión de “jugar con la ilusión de ser otra cosa”. Así, señaló la
mundanidad como enemiga del amor verdadero de la misión: “Sólo el amor
descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal”.
“Aquí sí
puede haber cansancio malo”.
. La palabra del
Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: «Has sufrido, has sido
perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has
desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor» (2,3-4)”
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