Hay un vínculo más hondo que la sangre,
un árbol que echa raíces
más firmes que la genealogía
una herencia
que no está en los papeles ni las leyes,
una unión que va más allá
del espacio o el tiempo compartido.
Es el amor.
El amor que acoge sin condición.
Amor que se derrama
en mil facetas de la vida.
Amor nuestro de cada día,
dibujado en estampas de hogar,
discusiones olvidadas,
en el pulso de las generaciones
que reclaman su parcela de autonomía,
y en la experiencia de los mayores
dispuestos a compartir su memoria.
Esa es la familia que vamos forjando
a base de encuentros, confianzas,
saludos y despedidas.
Ese es el hogar
donde se fragua lo que somos.
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