Conozco mucha gente que ha intentado aprender a tocar un instrumento musical. Unos comenzaron obligados, otros porque les apasionaba, otros porque sus amigos estaban en la banda musical.
Sin embargo, pocos han continuado tocando. Con la edad, las preocupaciones, las obligaciones o los giros que da la vida…el hacer música ha quedado a un lado… Y muchos añoran estos momentos, otros ponen excusas como principal motivo, otros hablan con frustración de aquello que dejaron a medias.
Esto es propio también de la vida espiritual, nos pasa que “por ser tibios, perezosos y negligentes” [EE EE 322] vamos dejando lo que en otro momento fue fuente de gracia y consuelo.
Dejamos de exponernos al Evangelio y poco a poco nos inunda la desolación. Extrañamos aquella época en la que mi música sonaba muy bien, sin embargo, nos cuesta volver a aprender nuevos acordes.
Recuerda que nuestro instrumento siempre está ahí, el Padre siempre está esperándote, no importa el tiempo que pase…siempre puedes volver a tocar música.
E Ignaciana
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