Domingo, 28 Agosto, 2016
La parábola de los primeros y los últimos puestos: El que se humilla
será ensalzado
Lucas 14,1.7-14
1. Escucha del texto
a) Oración inicial
Señor, todos tenemos una sed insaciable
de escucharte, y tú lo sabes, porque tú nos has creado así. «Tú sólo tienes
palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Creemos en estas palabras, de estas
palabras tenemos hambre y sed; por estas palabras, con humildad y amor,
comprometemos toda nuestra fidelidad. «Habla, Señor, que tu siervo te escucha»
(1 Sam 3,9). Es la oración del inconsciente Samuel, la nuestra es un poco
diversa, pero ha sido justo tu voz, tu Palabra, la que ha cambiado el temblor
de la antigua oración en el deseo de un hijo que le grita a su Padre: Habla
porque tu hijo te escucha.
b) Lectura del Evangelio:
1 Sucedió que un sábado fue a comer a
casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos le estaban observando.7 Notando
cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: 8 «Cuando
alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya
invitado a otro más distinguido que tú 9y, viniendo el que os
invitó a ti y a él, te diga: `Deja el sitio a éste', y tengas que ir,
avergonzado, a sentarte en el último puesto. 10 Al
contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, de manera
que, cuando venga el que te invitó, te diga: `Amigo, sube más arriba.' Y esto
será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. 11Porque
todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
12 Dijo también al que le había
invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te
inviten a su vez y tengas ya tu recompensa. 13 Cuando des
un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los
ciegos; 14 y serás dichoso, porque no te pueden
corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos.»
c) Momentos de oración silenciosa:
Para ser alcanzados por la Palabra de
Cristo y para que la Palabra hecha carne, que es Cristo, pueda habitar en
nuestros corazones y nosotros podamos adherirnos a ella, es necesario que haya
una escucha y un silencio profundo.
2. La Palabra se ilumina (lectio)
a) Contexto:
La parábola de la elección de los últimos
lugares está situada en sábado, cuando Jesús está ya en Jerusalén, donde se
cumplirá el misterio pascual, donde se celebrará la eucaristía de la nueva
alianza, a la cual le seguirá después, el encuentro con el viviente y el
encargo de la misión de los discípulos que prolongará la de Jesús. La luz de la
Pascua permite ver el camino que el Señor hace recorrer a todos aquellos que
son llamados para representarlo como siervo, diakonos, en medio de la
comunidad, recogida en torno a la mesa. Es el tema lucano de la comunión o
participación. La realidades más hermosas las ha realizado Jesús, las ha
proclamado y enseñado a la mesa, en un ambiente de banquete.
En el capítulo 14, Lucas, con su hábil
arte de narrador, pinta un cuadro, en el cual superpone dos imágenes: Jesús, a
la mesa, define el rostro de la nueva comunidad, convocada en torno a la mesa
eucarística. La página está dividida en dos escenas: la primera la invitación a
comer en casa de uno de los jefes de los fariseos en día de fiesta, un sábado
(Lc 14, 1-6); luego, la enseñanza con dos pequeñas parábolas sobre el modo de
elegir los puestos a la mesa y los criterios para hacer las invitaciones (Lc
14, 7-14); finalmente la parábola de los invitados al banquete (Lc 14,15-16),
en la que aparece el problema de los invitados: ¿quién participará en la mesa
del reino? Esta participación se prepara desde este momento hasta la hora de la
relación con Jesús, que convoca en torno a él a las personas en la
comunidad-Iglesia.
b) Exégesis:
- el sábado: día de fiesta y de
liberación
He aquí el versículo de Lucas:
« Sucedió que un sábado fue a comer a casa de uno de los jefes de los
fariseos. Ellos le estaban observando» (Lc 14, 1). Jesús es invitado un día
festivo por un responsable de los movimientos de los observantes o fariseos.
Jesús está a la mesa. En este contexto sucede el primer episodio: la curación
de un hombre hidrópico, impedido por su enfermedad de participar a la mesa.
Aquellos que están marcados en su carne están excluidos de la comunidad de los
observantes, como sabemos por la Regla de Qumran. La comida del sábado tiene
carácter festivo y sagrado, sobre todo para los observantes de la ley. En el
día de sábado, de hecho, se hace memoria semanal del éxodo y de la creación.
Jesús, justamente en día de sábado, devuelve la libertad y devuelve la salud
plena a un hombre hidrópico.
Él justifica su gesto ante los maestros y
observantes de la ley con estas palabras: « ¿Quién de vosotros, si se le
cae un ano o buey al pozo no lo saca inmediatamente en día de sábado?». Dios
está interesado en las personas y no sólo en las propiedades del hombre. El
sábado no se reduce a una observancia externa del descanso sagrado, sino que
está en favor del hombre. Con esta preocupación dirigida al hombre, se da
también la clave de lo criterios de convocación a esta comunidad simbolizada
por la mesa: ¿cómo hacer la elección de los puestos? ¿a quién invitar y quién
participará al final en el banquete del Reino? El gesto de Jesús es
programático: el sábado está hecho para el hombre. Él realiza en día de sábado
lo que es el significado fundamental de la celebración de la memoria de la
salida de Egipto y de la creación.
- sobre la elección de los puesto y
de los invitados
Los criterios para elegir los puestos no
se basan en la precedencia, o sobre los papeles o notoriedad, sino que se
inspira en el actuar de Dios que promueve a los últimos, «porque todo el
que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.» (Lc
14, 11). Este principio que cierra la parábola del nuevo libro de urbanidad,
que tira por tierra los criterios mundanos, hace alusión a la acción de Dios
por medio del pasivo «será ensalzado». Dios exalta a los pequeños y a los
pobres, así como Jesús ha introducido en la mesa de la fiesta sabática al
hidrópico excluido.
Luego vienen los criterios sobre la
elección de los invitados. Se excluyen los criterios de recomendación o de
solidaridad corporativa: « No llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a
tus parientes, ni a tus vecinos ricos... …» « Al contrario, cuando des un
banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos...» (Lc
14, 12.13). El elenco comienza con los pobres, que en el evangelio de Lucas son
los destinatarios de las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres, porque
vuestro es el reino de los cielos». En el elenco de los invitados, los pobres están
concretizados como los disminuidos físicamente, excluidos por las
confraternidades farisaicas y por el ritual del templo (Cf. 2Sam 5, 8; Lv 21,
18).
Este elenco se vuelve a encontrar en la
parábola del banquete: pobres, cojos, ciegos y mancos toman el puesto de los
invitados al respecto (Lc 14, 21).
Esta segunda parábola sobre el criterio
de los invitados se cierra con esta proclamación: «Y serás dichoso,
porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de
los justos» (Lc 14, 14), al final de los tiempos, cuando Dios manifieste su
señorío comunicando la vida eterna. Hay una frase de uno de los comensales, en
este momento, que hace de lazo de unión entre las dos pequeñas parábolas y el
banquete de cena. «Uno de los comensales, habiendo oído esto, dijo:
«¡Bienaventurado el que coma el pan del reino de Dios!”» (Lc 14, 15). Esta
parábola que hace alusión a la bienaventuranza del reino y a la condición para
participar en el mismo mediante la imagen del banquete, «comer el pan», situa
la parábola del banquete dentro de su significado escatológico. Sin embargo,
este banquete final, que es el reino de Dios y la plena comunión con él, se
prepara en la comunión actual. Jesús narra esta parábola para interpretar la
convocación de los hombres con el anuncio del reino de Dios a través de su
actuación histórica.
3. La palabra me ilumina (para meditar)
a) Jesús, estando en casa del fariseo que
lo había invitado a comer, observa cómo los invitados eligen los primeros
puestos. Es una actitud muy común en la vida, no solamente cuando se está a la
mesa: cada uno busca el primer puesto en la atención y en la consideración por
parte de los demás. Todos, comenzando por nosotros mismos, tenemos experiencia
de ello. Pero, debemos tener cuidado, porque las palabras de Jesús, que
exhortan a abstenerse de buscar el primer puesto, no son simplemente una
palabras de urbanidad; ellas son una regla de vida. Jesús aclara que es el
Señor el que da a cada uno la dignidad y el honor, no somos nosotros a
dárnoslo, tal vez presumiendo de nuestros propios méritos. Como hizo en las
Bienaventuranzas, Jesús echa por tierra el juicio y el comportamiento de este
mundo. El que se reconoce pecador y humilde, será exaltado por Dios, el que,
por el contrario, pretende que se le reconozcan sus méritos y busca los
primeros puestos, arriesga el autoexcluirse del banquete.
b) « No te pongas en el primer
puesto, no sea que haya invitado a otro más distinguido que tú... y
tengas que ir, avergonzado, a sentarte en el último puesto » (Lc 14,8-9).
Parece que Jesús juegue con los tentativos infantiles de los invitados que se
preocupan por alcanzar la mejor posición; pero, su intención es mucho más
seria. Hablando a los jefes de Israel, él muestra cuál es el poder que edifica
las relaciones del reino: "El que se ensalce, será humillado; y el que se
humille, será ensalzado » (Lc 14,11). Les describe “el buen uso del
poder", fundado sobre la humildad. Es el mismo poder que Dios libera en la
humanidad en la encarnación: "Al servicio de la voluntad del Padre, a fin
de que toda la creación vuelva a él, el Verbo “no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se
humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil
2,6-8). Esta kenosis gloriosa del Hijo de Dios “tiene la capacidad” de curar,
reconciliar y liberar a toda la creación. La humildad es la fuerza que edifica
el reino y la comunidad de los discípulos, la Iglesia.
Oración final
«Señor, gracias a tu luz que ha venido
sobre mí y ha aclarado en mi vida la convicción de que soy un pecador. He comprendido
un poco más profundamente que tu Hijo Jesús es mi Salvador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario