Hermano mío que estás aquí al lado,
hermana mía con quien comparto, seguro, la tierra que pisamos.
Respetado sea tu nombre; en todas las lenguas del mundo.
Hagamos juntos una tierra que no explote a nadie;
que a nadie relegue a los márgenes.
Una tierra en la que todo aquello que es un regalo:
el agua, el alimento, el viento, el suelo... esté en manos de todos;
y de esta forma el Reino de Aquel al que llamamos Padre
vaya viniendo a la tierra, al mar, a cada rincón donde un hermano
se sienta amado y dispuesto a amar.
Que nuestro pan, hermano, sea el de hoy,
y si hoy alguno de los dos no tiene pan, llame a la puerta del otro;
tal vez nos quedemos con el estómago medio vacío, pero nunca
con el corazón reseco; porque mi mesa es tu mesa;
y mi casa, no es mi casa, es casa de todos.
Y perdóname si en algún momento todo esto se me olvida;
y de repente creo que nuestro Padre no es tan nuestro y es más mío. Perdóname y ayúdame.
Recuérdame entonces que el dolor del mundo es también mío
y que si yo voy diciendo que mi Padre es nuestro, no puedo volver
mis ojos ni parar mis manos.
De esta forma podremos construir de nuevo;
que la forma de librar del mal a nuestra tierra es sintiendo sus males y a partir de la vida compartida Hermana. con el hermano.... Construir, caminar, amar....
Así sea. Hermano.

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