MARÍA DE NAZARET

No es bienaventurada simplemente por ser la madre del Mesías sino porque ha escuchado la palabra de Dios y la ha puesta en práctica (Lc 11, 28). Su vida entera es una floración de las bienaventuranzas.

El Magnificat, es el autorretrato psicológico de las bienaventuranzas. Es el cántico del alma henchida de agradecimiento que, en la austeridad de una vida sencilla, pone su dicha en sentirse la predilecta de Yavé. El Magnificat celebra la pobreza de María, la predilección de Dios por los hambrientos, los humildes, los pobres; la fidelidad a Dios. Cantar el Magnificat de nuestra Señora nos abre caminos de esperanza, pero sólo si, con un corazón pobre como el suyo, estamos abiertos a la acción del todopoderoso y a las necesidad de los hombres. La Virgen, en este canto anticipa la predicación de las bienaventuranzas. Al igual que Jesús, es la única vez que se propone a sí misma como modelo, al referirse a la pobreza.
Las bienaventuranzas son una especie de autobiografía psicológica de María. Entre los santos, testigos de Cristo que estuvieron con él, la santísima Virgen es la que, por su sencillez de su corazón, nos arrastra como nadie a vivir el Espíritu de las bienaventuranzas, al ser ella la primera bienaventurada.

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