Oigo su risa;
siento su alegría;
¡cómo derrochan vida!…
Y me acabo preguntando Señor,
¿cómo puede uno aprender de ellos?
Muchas veces somos grises,
como si la luz que tenemos
dentro hubiera dejado de brillar.
Como si la ilusión
y la pureza de las que gozábamos de niños
hubieran dado paso al pesimismo y a la amargura.
Necesito volver a sentirme niño,
a sentirme pequeñito, puro, alegre, inocente,
porque eso, sin duda alguna,
me ayudará a estar más cerca de Ti…
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