EL REGALO DE LAS FLORES

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Miramos las flores embelesados, embargados por la explosión de color que traen a los campos, a los jardines. Las regalamos en momentos importantes, disfrutamos con su olor, decoran con gusto ese lugar de nuestra casa. Nos sirven para decirle a ese alguien especial que, efectivamente, es especial.

Pero a veces se nos puede pasar inadvertido el que las flores también cuestan trabajo. Incluso las fl...ores silvestres tienen su carga de tarea. ¡Que se lo digan a las abejas! Si entramos en un jardín florecido, habría que pensar en ese alguien que preparó el terreno, que aró, abonó, sembró… Y está el trabajo más importante de todos: el de la espera paciente. El jardinero no puede tirar de los brotes para que crezcan; ha de esperar, regar con paciencia y mesura, sin apresurar las cosas. Esperando, paciente, nos alcanza ese regalo de la naturaleza que son las flores.

E Ignaciana

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