Nos enfrentamos cada día con nuestras propias inseguridades y miedos. Creemos que al superar una dificultad todo será camino de rosas y ya no habrá más dolor. Que la experiencia de la vida siempre nos hará fuertes y capaces de tomar las riendas con determinación. Que habrá un momento en el que ya podremos decir: controlamos.
Pero quizás es justamente ahí donde sucumbimos. Y es que Dios nos invita a fiarnos justo en medio –y después– de una gran crisis. No estará todo claro. De hecho, Dios no nos dice que vaya a ser fácil. No nos dice tampoco que dejemos nuestras cruces, sino que las carguemos con nosotros y le sigamos. Porque cuesta confiar en que la clave es CON Él, con el Señor.
Pero si conseguimos desplazar el ego que nos hace poner las fuerzas únicamente en nosotros mismos y colocamos a Jesús en el centro, gran parte del camino estará hecho. Fiémonos, como hace María, como hicieron los pastores, como hacen aquellos que se sienten pequeños y frágiles, pero llamados, a que CON Él, todo es posible.
Pero quizás es justamente ahí donde sucumbimos. Y es que Dios nos invita a fiarnos justo en medio –y después– de una gran crisis. No estará todo claro. De hecho, Dios no nos dice que vaya a ser fácil. No nos dice tampoco que dejemos nuestras cruces, sino que las carguemos con nosotros y le sigamos. Porque cuesta confiar en que la clave es CON Él, con el Señor.
Pero si conseguimos desplazar el ego que nos hace poner las fuerzas únicamente en nosotros mismos y colocamos a Jesús en el centro, gran parte del camino estará hecho. Fiémonos, como hace María, como hicieron los pastores, como hacen aquellos que se sienten pequeños y frágiles, pero llamados, a que CON Él, todo es posible.
E ignaciana
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