Lo dijo un joven en unas convivencias, cuando todos estaban compartiendo lo que les gustaba: “a mí lo que más me gusta es sufrir”. Todos quedaron bastante extrañados, y entonces él explicó que le gustaba sufrir en el gimnasio, montando en bicicleta, haciendo atletismo. Porque sentía que así se hacía libre de su cuerpo y podía cumplir uno de sus objetivos en la vida: sentirse bien consigo mismo y estar en forma.
La verdad es que aquello me hizo pensar bastante. Sobre todo porque, tras la explicación, todo el mundo estuvo de acuerdo en que, en ese sentido, el sufrimiento estaba justificado, porque estaba orientado hacia un fin bueno. Ahí me di cuenta de que hay categorías que han dado un giro de 180 grados. Puesto que, ese mismo discurso del sufrimiento, si se hubiera aplicado al ámbito de la religión, habría sido rechazado de manera frontal por la mayoría de los jóvenes que se encontraban allí.
Y es que, el sufrimiento es algo que se encuentra presente en todas las vidas. Antes o después todos nos encontramos con esta experiencia amarga, y muchas veces no sabemos cómo encajarla. No se trata de buscarla cueste lo que cueste (como se ha hecho en algunas épocas de la historia), sino más bien de saber encajarla desde la fe. Puesto que, según cómo lo vivamos, todos sabemos que el sufrimiento puede apartarnos o acercarnos de Dios.
Jesús no buscó el sufrimiento por el sufrimiento, pero cuando éste llegó en su vida, no le dio la espalda, sino que supo afrontarlo de cara a un fin mayor. Y siguiendo su ejemplo, muchas personas no han huido del sufrir, sino que lo han encajado desde la fe (de manera semejante a como el deportista lo asume en aras de otra finalidad más grande). Pienso en todos aquellos que han dado su vida por coherencia con el evangelio, pero también en las familias que han sufrido con sus hijos, en aquellos que han sido despedidos se su trabajo, suspendido una oposición etc. pero han seguido peleando por sacar adelante su futuro...
Por todo ello creo que, si bien los cristianos no debemos buscar el sufrimiento como fin en sí mismo, tampoco debemos huir de él, sino estar dispuestos a encajarlo con Jesús y desde Jesús.
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