DIOS SIGUE LLAMANDO


Cuando escucho decir a algunos formadores y formadoras que la formación, hoy, es casi imposible, con una juventud que llega de un ambiente erotizado, líquido, con experiencias de drogas o abuso sexual, irreverentes, con dudas religiosas, solitarios y podríamos añadir unos cuantos traumas sufridos en la infancia o la pubertad, entro en shock. Primero, porque es falso generalizar y segundo, porque me impacta más la pregunta de por qué son así, a juzgar lo que son. Viven el mundo que les hemos heredado. Somos los adultos quienes tenemos que salir al encuentro de esta nueva juventud, amada y llamada por Dios a servir un mundo cambiante, pero que también busca a Dios.

En general, la juventud que ingresa a la vida religiosa tiene algunas carencias, como las teníamos años atrás, son frágiles física y psicológicamente, muchos no han vivido la experiencia de amor familiar, están embutidos en la tecnología cibernética, tienen poca formación religiosa y vienen a ver si “si” o si “no” les gusta la experiencia. Pero Dios sigue llamando. ¿Dónde está el problema?

Para mí es nuestra dificultad para abrirnos, salir de nuestros esquemas, a veces obsoletos, como nos pide el papa Francisco, para acoger una realidad tan amada por Dios como fue la nuestra hace unos años y que también sacaba de sus casillas a nuestros formadores. En mi experiencia, la juventud, hoy, se deja tocar más por el dolor y exclusión de los empobrecidos, por la injusticia institucional, por la terrible corrupción de los gobernantes. Son permeables al cambio social, respetuosos de las distintas creencias religiosas, abiertos al evangelio de Jesús. Hay miles de voluntarios comprometidos con la causa de los pobres, por todo el mundo.

(Josefina Castillo, aci)

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