ORAR NO ES HUIR DE LA VIDA

Si cayéramos en la cuenta del tesoro que es orar,
si pudiéramos medir el poder sanador de la oración,
si valoráramos suficiente tu impulso vital,
intentaríamos cada día sacar un rato para Ti, Señor.
Orar es hablar la vida contigo,
es vivir la amistad más profunda
y fuerte posible en la vida,
es saberse acompañado y querido por Ti.
Orar es comunicarse íntimamente contigo, Señor,
es acariciar la propia vida en tu presencia,
es reflexionar sobre tu mensaje, aplicado a uno mismo,
es dejar que el Evangelio se haga vida de mi vida.
La oración es el regalo que vivimos tus amigos,
es la posibilidad posible de gozar tu intimidad,
es la maravilla de sentirse entendido
hasta el hondón del alma, es el tesoro oculto
que dinamiza la historia personal.
Orar es hablar de todo contigo, Señor,
es gustar la confidencia de la amistad,
es reírse juntos, llorar y contemplar acompañados,
sintiendo que la vida la vivimos
de la mano los dos.
Orar con los hermanos es no ser hijo único, es sentir el corazón
que se vuelve fraterno,
es ampliar el sentir hasta hacerse universal,
es descansar en Ti y sentirse impulsado a construir Reino.
Orar no es huir de la vida, sino implicarse,
no es mirar al cielo para evadirse de lo que ocurre,
no es levitar sino ser más terreno, más humano,
más cercano, orar es dejar que Tú, Dios mío, lleves el timón de mi vida.
Mari Patxi Ayerra


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