MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA


La fecha de la fiesta del Martirio de san Juan Bautista aparece ya en el siglo VI en el Martirologio Romano, y corresponde al segundo hallazgo de la cabeza del santo, que en esa ocasión se transportó a la Iglesia de san Silvestre en Roma. A parte de estas referencias históricas, tenemos las narraciones de los evangelistas: san Lucas habla de su nacimiento, vida en el desierto y predicación, y san Marcos refiere su martirio. 


Hacia el año 27 ó 28, Juan está en el desierto, donde lleva una vida austera según las reglas de los nazarenos, e inicia su misión de precursor invitando al pueblo a preparar los caminos al Mesías mediante la conversión sincera. Se dirige a todas las clases sociales, suscitando el entusiasmo del pueblo y el rechazo de los fariseos, a quienes les echa en cara su hipocresía. Algunos empiezan a decir que podía ser el Mesías esperado, pero él lo niega rotundamente, declarando la superioridad del Enviado y no considerándose digno ni siquiera de desatarle las sandalias. 


Cuando Jesús se le acerca para que lo bautice, se lo señala a sus discípulos: «Ese es cordero de Dios que quita el pecado del mundo». «Ahora mi alegría es completa; él debe crecer y yo disminuir». De hecho, luego sus mejores discípulos se van con Jesús. Y «el más grande los profetas» se eclipsa frente a Cristo, sol de justicia, y sella su misión de precursor encarcelado y decapitado a causa de la instigación de Herodías, que lo odiaba por haber cuestionado su matrimonio adúltero con el tetrarca Herodes, hermano de su marido Felipe. Así en silencio, da la vida por su misión el último profeta y primer apóstol.

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