SOIS REFLEJO DE LA LUZ DE CRISTO
LAS PROPUESTAS SON PARA EL VERANO
Asoma el verano y muchas comunidades cristianas durante estas semanas terminan de plantear actividades para adolescentes y jóvenes.
Notamos el cansancio, las temperaturas ascienden e incluso a veces la cuestión resulta ser que la piscina está muy cerca y yo «muy quemada»... pero, sin duda, hay Algo mucho más grande que nos envía a otros y hace que ardan nuestros corazones.
Por eso, estos días me he preguntado por la importancia que tiene la vida en comunidad, la vida con otros, en medio de todos estos preparativos. Y es que todo lo que tiene que ver con lo pastoral, si es acompañados siempre resulta doblemente fructífero; o eso me dice la bonita experiencia.
Al igual que Jesús en su vida pública, las personas del hoy necesitamos hacer ‘equipo’ con quien también sueña evangelio, justicia, desmedida... Contagiarnos las inquietudes y los deseos nos ayuda a trabajar el Reino.
Y sorprende gratamente ver cuántos adolescentes rechazan los atractivos eslóganes que nos prometen «el verano de tu vida» frente a la elección de propuestas más humanas, y humanizadoras, que invitan a regalar tiempo, cuidado y cariño a quien, simplemente, lo necesita. Opción que puede resultar para tantos transcultural. Y es que ellos también son rastros del camino sombrío prometido.
Por todo esto, gracias desde esta ventana a quien sigue creyendo y creando propuestas que persiguen el único objetivo de acercar a los jóvenes a Jesús, experiencias que dan fruto en forma de modos de vida más responsables con nosotros y los demás, que orientan la mirada y amplían la capacidad de conexión con la parte más dolida de nuestro mundo; nuestras hermanas y hermanos que sufren.
Y que en este tiempo, de comunidad y preparación, nunca nos falte el sentido del humor, para que cuando lleguen los pesares del camino, que los hay, imaginemos a nuestro Señor riendo a nuestra mesa. Ayudará sin duda a vivir en clave de Reino en construcción.
Descansar en brazos de Dios, ¿quién de nosotros no se ha encontrado con el Jesús Nazareno en los días de vacaciones?
VIVE EL INSTANTE CON INTENSIDAD
MARÍA DE TODAS LAS MUJERES
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?», dijo alguien en el evangelio. Pero sí, resultó que sí, que de Nazaret salió mucho bueno. Por ejemplo, un «sí» pronunciado por una mujer anónima, y que, a día de hoy, aún resuena en la Historia.
Me pregunto qué bulliría por dentro de esa joven en el momento de aquella afirmación. Con sus dudas, con esas preguntas que el evangelio de la Anunciación nos cuenta, con ese azoramiento con el que afronta una petición de la que no se sentía ni digna ni capaz. El sí de María es el sí de la generosidad y el desasimiento. Un sí que no se quedó en el momento de pronunciarlo, sino que se perpetuó en cada una de sus labores diarias: la de cuidadora, educadora, consejera, misionera, protectora… Imagino la de veces que, sentada en el hogar donde cocinaba o mirando por la ventana, rezó con todas aquellas preguntas que guardaba en su corazón sin entenderlas, esperando que algún día tuvieran alguna respuesta.
El sí de María es el de muchas mujeres que lo han dado todo para que muchas otras mujeres (entre las que me incluyo) podamos llegar hasta donde ellas no pudieron. Muchas madres y abuelas que, consciente o inconscientemente, aparcaron sus propias voces para que nosotras, las hijas y nietas, encontráramos la nuestra y la hiciéramos sonar bien fuerte. Madres y abuelas que guardaban también muchas preguntas en el corazón acerca de los nuevos tiempos que no entendían; del futuro de sus hijos; de un matrimonio que, en ocasiones, se hacía cuesta arriba o del sentido que tendría la rutina que a veces las atrapaba.
Hoy buscamos la inspiración a seguir en políticas, científicas, artistas, filósofas, escritoras… Grandes mujeres que son o han sido pioneras en romper muros para que nosotras podamos pasar. Pero no olvidemos a las que optaron por quedarse en casa y se olvidaron de sí mismas para cuidar de los suyos. A las que no hicieron caso del dolor de cabeza que en ese momento tenían; o decidieron no comprarse el bolso que les gustaba para que las cuentas en casa salieran; a las que diariamente llevaban y recogían del colegio a los hijos y que sólo gozaban de descanso cuando todos se habían acostado ya.
Todas ellas y sus quehaceres fueron pequeños «síes» diarios que hicieron posible que la salvación entrara poco a poco en los hogares. En ellas veo, si me lo permitís, a mi bisabuela, mis abuelas, mi madre o mi suegra. Y también a un trocito de aquella María de Nazaret. Esa María que nunca pensó en sí misma, esa «María de todas la mujeres».
FLORECILLA Y BIEN COMÚN
Estas pasadas semanas de campaña electoral –y las siete que nos quedan hasta los comicios adelantados del 23 de julio– hemos oído y seguiremos oyendo hablar mucho hemos oído hablar mucho del bien común. O no tanto.
Porque el bien común, que es todo aquello que permite a la colectividad y a los individuos particulares que la componen el logro más pleno y más fácil de la perfección, ha ido sustituyéndose en el habla de los políticos por algo menos exigente, desde el punto de vista moral: el interés general. En oposición a los intereses particulares de individuos o grupos. O eso creíamos.
Porque el interés general, en los últimos tiempos, se está construyendo como una simple agregación de intereses de parte a los que se va dando satisfacción por la vía legislativa explorada con urgencias injustificadas y oídos sordos a cualquier consejo de mínima prudencia. Pintar como querer.
Me dio por pensar en el bien común el otro día cuando vi a dos muchachitas (quinceañeras en nuestro idioma aunque frisen la veintena) arrancando un par de flores muy vistosas y coloristas de un arriate en una plaza pública. Encantadas con su trofeo, lo olisqueaban y contemplaban con delectación. Muchas veces creemos que el bien común está hecho de grandes proclamas en torno a la sanidad, la educación, la atención a los mayores o la pulcritud en el manejo de los fondos públicos, asuntos todos ellos de capital importancia.
Pero no caemos en la cuenta de que privar a los demás de la contemplación de esas florecillas que festonean el gris de la acera es una forma también de atentar –la palabra es demasiado grandilocuente, lo sé, pero conviene al razonamiento– contra el bien común. Y así vamos construyendo una sociedad en la que el egoísmo nos hace apropiarnos en provecho propio de aquello que está pensado para todos. Y evidentemente no podemos echar mano del fácil recurso de culpar a los políticos: las florecillas no las arrancó ninguno de los candidatos, ni de derechas ni de izquierdas.
ERES MI TODO
Eres el compañero discreto,
el amigo incondicional,
la presencia segura.
Eres el alivio inesperado,
la llamada imprevista,
el cariño sincero.
Eres la palabra constante,
la mirada profunda,
el abrazo que sana.
Eres mi todo.
Y nada.
Nada me puede separar de ti.
Mira que a veces, sin quererlo, me alejo.
Pero tú eres más fuerte que mis miedos.
Me esperas al llegar a un nuevo puerto.
Eres la calma tras la tormenta,
la risa bajo las lágrimas,
peregrino sorprendente,
que apareces, a mi lado,
cuando menos te esperaba.
A este lado de mis dudas,
de los peligros, de las nostalgias.
Te me has vuelto Palabra hasta en silencio.
Y no puedo dejar de pronunciarte.
LA MIRADA DE LAS MUJERES
Las mujeres estamos constantemente construyéndonos, definiéndonos y tratando de buscar y de dar sentido a nuestro yo más profundo, a nuestra esencia. Tal vez a muchas personas estas afirmaciones les resulten lejanas o incluso baldías en nuestra cultura y nuestro mundo occidental en donde algunos se preguntan por qué hay voces que reclaman igualdad o que hablan de los derechos de las mujeres.
Es cierto que se han conseguido grandes logros, pero aún nos queda mucho recorrido por hacer para hablar de IGUALDAD, así, con mayúsculas. Lo curioso es que, en nuestro día a día, los detalles son tan sutiles que una no suele ser muy consciente de que nuestra sociedad aún dista mucho de ser llamada igualitaria, y en consecuencia, justa; pero de pronto, te pones “las gafas de género” y empiezas a ver el mundo y a entenderlo desde otra perspectiva.Lo que empezó siendo un objeto y perspectiva de estudio se ha convertido en una manera de vivir y de comprender el mundo y eso me ha llevado a conocer a mujeres que han sufrido/sufren situaciones de maltrato o de discriminación solamente por una cosa: por ser mujeres.
La violencia contra las mujeres de la que tanto oímos hablar, tiene un punto de reflexión aun más dramático: esas mujeres que han muerto a manos de sus parejas, antes, mucho antes, ya habían perdido lo más básico y esencial para el ser humano que es poder configurarse como tal. Sin llegar a lo más extremo de la violencia contra las mujeres, podemos hablar de las diferencias de salarios entre varones y mujeres, del “techo de cristal” al que llegan mujeres con altos grados de preparación o de muchas otras situaciones que, no por ser cotidianas, tienen menos de sexistas.
Creo que tenemos una deuda con esta mirada, con las mujeres y con nuestra manera de situarnos/situarlas en el mundo. Cuidar la manera en la que hablamos (porque “lo que no se nombra, no existe”) sin caer en tópicos de simple burla, tratar de promover la justicia en nuestro entorno, trabajar codo a codo, hombres y mujeres, para establecer las bases de una verdadera igualdad, son actitudes vitales que deberían estar en nuestro horizonte como personas y más como personas cristianas.
Jesucristo, en su época, en su cultura, en un contexto en el que las mujeres eran tanto como nada, se acercó a ellas, las cuidó y acusó a los que las acusaban de forma hipócrita. Les devolvió su dignidad, la de ser mujeres; ahora nos toca a nosotros y nosotras continuar ese camino, sin duda, uno de los que nos ayudarán a construir El Reino.
Miremos el mundo, aunque solo sea por un momento, con los ojos de las mujeres. Tal vez nuestra mirada nos sorprenda más de lo que nosotros mismos esperamos.