EL PAN DE LA PALABRA



Sábado, 29 de marzo de 2025. Lc 18,9-14

"¡OH DIOS!, TEN COMPASIÓN DE ESTE PECADOR"

 

En el Evangelio de hoy, Jesús nos narra la parábola del fariseo y el publicano, para mostrarnos cuál es la verdadera oración. Nos dice Jesús: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". En el relato aparecen contrapuestas dos actitudes: la del fariseo, que piensa ganar la salvación con su propio esfuerzo; la del publicano que conoce su condición de pecador y pide a Dios el don de la conversión. El publicano, que se apoya en Dios y no en sus obras, es el modelo que nos propone el Evangelio. Dios adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que le atribuía el fariseo. Dios acoge con su gracia al pecador. En la parábola, por tanto, se proclama la misericordia como ley fundamental de la acción de Dios. Es necesario reconocer a Dios como el centro de nuestra existencia. El fariseo se considera a sí mismo como el centro de su vida. Se dirige a Dios para llamar su atención sobre sí mismo, exponerle sus méritos y reclamarle su reconocimiento. En realidad, el fariseo no espera nada de Dios ni tiene nada que pedirle, sólo hace ostentación de su crédito ante Dios y de su desprecio de los demás. Señor, danos la gracia de reconocer nuestros pecados y sentir el gozo del perdón.  

 

Domingo, 30 de marzo de 2025. Lc 15, 1-3.11-32

"PADRE, HE PECADO CONTRA EL CIELO Y CONTRA TI" . DOMINGO LAETARE

 

Hoy es domingo, el día del Señor. Celebramos hoy el cuarto domingo del tiempo de Cuaresma. La Palabra de Dios nos ayuda a celebrar con sentido este día. La primera lectura, tomada del libro de Josué (Jos.5,9a.10-12), nos presenta la celebración de la Pascua, por parte de Israel, después de cuarenta años  por el desierto, en la tierra prometida. De este modo, Dios cumplía su promesa a Israel: les daría una tierra rica en cosechas y frutos. La alegría de aquel pueblo fue grande al experimentar su liberación y comenzar a disfrutar de la tierra prometida. En la segunda lectura (IICor.5,17-21) el Apóstol nos transmite el mensaje consolador de Dios que nos ha reconciliado consigo en Cristo. Al sin pecado, "Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que...unidos a él recibamos la salvación de Dios". Dios mismo reconcilió al mundo consigo, "sin pedirle cuentas de sus pecados". Además, el Apóstol destaca que, a los apóstoles les ha "confiado el mensaje de la reconciliación". Por su parte el Evangelio nos presenta la parábola del hijo pródigo, donde se nos revela la hondura y gracia del perdón. La circunstancia en la que Jesús propone la parábola es doble: el acercamiento a Jesús de publicanos y pecadores a escucharle y la crítica de letrados y fariseos diciendo: "Ese acoge a los pecadores y come con ellos". Resultaba incomprensible que Jesús acogiera a los pecadores y comiera con ellos. No lo podían entender debido a su cerrazón y su egoísmo. Estamos ante una parábola muy conocida. En ella el padre invita a amar con el mismo amor con el que él ama. El perdona a ambos hijos y, sobre todo, busca y pone los medios para que ambos hermanos se reconcilien  con él y entre sí. La Cuaresma debe ayudarnos a profundizar en el sacramento de la Reconciliación. El sacramento del perdón y las obras de penitencia nos van configurando paulatinamente con Jesucristo muerto y resucitado, el Santo de Dios.

 

Lunes 31 de marzo de 2025. Jn 4, 43-54

"EL HOMBRE CREYÓ EN LA PALABRA DE JESÚS..."

 

En el Evangelio de hoy se recoge el segundo signo realizado por Jesús: La curación del hijo del funcionario real. Este fue a ver a Jesús y le pedía que bajara a curar a su hijo que estaba muriéndose. "Jesús le dijo: Como no veáis signos y prodigios, no creéis. El funcionario insiste: Señor, baja antes que se muera mi niño. Jesús le contesta: Anda, tu hijo está curado. El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él le preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: Hoy a la una lo dejó la fiebre. El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora cuando Jesús le había dicho: Tu hijo está curado. Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea". Este funcionario real acepta la palabra de Jesús. El evangelista le presenta como modelo de hombre de fe. Estamos ante un hombre odiado por los judíos por ser pagano y, sobre todo, por estar al servicio de la no menos odiada casa real de Herodes. El evangelista obliga al oficial a repetir la petición hecha a Jesús. De este modo el oficial es introducido en el proceso de la fe hasta llegar a descubrirla en toda su pureza. Aparece un progreso en la fe del funcionario real: de una confianza en que Jesús puede curar, a la fe en la palabra de Jesús, basada únicamente en su autoridad. La primera fase expresa una fe incipiente, pero insuficiente. Jesús no quiere ser considerado como un 'realizador de milagros'. De ahí la frase: "como no veáis signos y prodigios, no creéis". Señor Jesús, nosotros creemos en tu capacidad de sanar, pero necesitamos madurar en nuestra vida creyente.

 

 

 

 

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