- El Misionero es una persona enamorada del Reino, que ve y gusta la acción de Dios en los pueblos y culturas. Tiene una profunda espiritualidad misionera, es el hombre de las bienaventuranzas.
- Se siente enviado, como Jesús lo fue del Padre, realizando el proyecto de Dios en medio de los hombres.
Está formado según el Magisterio de la Iglesia.
Está preparado y entrenado por su formación a trabajar en equipo, con sentido de comunión y de participación.
Tiene también, en vista a su trabajo misionero específico, una preparación cultural adecuada.
Es capaz de arriesgarse. Va a donde otros no se animan a ir.
Opta con decisión privilegiando los grupos humanos y lugares más difíciles, donde todavía no ha penetrado el mensaje de Cristo, o ha penetrado en forma insuficiente.
No le asusta partir más allá de las fronteras.
Sabe hacer un buen análisis de la realidad, con un profundo sentido humano.
Está dispuesto a caminar y respetar el ritmo de la gente, con mucho sentido de adaptación.
Es un agente válido para la promoción humana, y su servicio es gratuito.
Su conciencia misionera es tan amplia como el mundo, está abierto a otras culturas y a renovarse constantemente frente a la novedad y al cambio que las situaciones y la gente exigen.
Procede con discreción y humildad, no pretende ser siempre protagonista. Le da a cada uno su propio lugar.
Es una persona de buen corazón, portador de consuelo, reflexivo sobre la realidad a la que va encaminado a trabajar, comunitario, fraternal, capaz de dar el testimonio que el mundo espera. Su vida es coherente con la fe que anuncia y proclama.
Descubre con su sensibilidad misionera las necesidades de integrar esta dimensión en todos los aspectos de la vida cristiana y eclesial.
Sabe ser también animador misionero de su propia Iglesia de origen, ayudándola a abrirse a la Iglesia universal.
Tiene como un sentido y un instinto de “éxodo” y de “itinerancia” al estilo de Abraham y del Pueblo de Dios peregrino.
Es alegre para servir.
R de Luz
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