Viernes, 14 de
noviembre de 2025. Lc 17,26-37
Al dirigirse a sus discípulos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos
habla del día del Hijo del hombre. Comienza subrayando el carácter subitáneo e
inesperado de la parusía. Los días del Hijo del hombre se refieren al día
concreto de la parusía, el momento de la segunda venida gloriosa del Mesías.
Los dos ejemplos bíblicos de la historia de Noé y Lot sirven para mostrar el
carácter subitáneo y sorpresa que tendrá la venida gloriosa de Jesús. La
parusía sorprenderá a los malos, pero no sorprenderá a los buenos, que con sus
buenas obras viven siempre preparados. La vida en este mundo va decidiendo
nuestra vida en el más allá. Nuestra tarea en el más acá ha de estar orientada
en la edificación de una ciudad más humana y fraterna. No debemos, por tanto,
huir de los compromisos en las cosas temporales. "Nacida del amor del
Padre Eterno, fundada en el tiempo por Cristo Redentor, reunida en el Espíritu
Santo, la Iglesia tiene una finalidad escatológica y de salvación, que solo en
el siglo futuro podrá alcanzar plenamente. Está presente ya aquí en la tierra,
formada por hombres, es decir, por miembros de la ciudad terrena que tienen la
vocación de formar en la propia historia del género humano la familia de los
hijos de Dios, que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor...De
esta forma, la Iglesia 'entidad social y visible y comunidad espiritual, avanza
juntamente con la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo, y su
razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe
renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios" (GS.n.40). Estas
palabras del Concilio resultan especialmente luminosas para orientar nuestra
vida cristiana en la esperanza de la segunda venida del Señor Jesús.
