Lo recibí esta mañana. Era un mensaje que necesitaba oír. Era algo que necesitaba decir. Aquí lo transcribo:
Buen día, Monseñor
Me parece una decisión valiente, responsable y, sobre todo, humilde. ¡Cuántos tenían que aprender a renunciar! Cuánta responsabilidad implícita en esa decisión. Qué madurez y qué absoluta confianza en que hace lo que debe, aunque sea el primero en 6 siglos.
Un canto de gratitud a este hombre que, por una vez más, hace que la Iglesia Católica sea un ejemplo vivo de la responsabilidad y el triunfo de la conciencia sobre cualquier otra actitud humana.
En verdad el Espíritu Santo está en él, aunque no tenía la simpatía arrolladora y humana de Juan Pablo II, ahora ya no tiene límites su hazaña y esto seguramente que hará que se vea a la Iglesia de una nueva forma, casi como un nuevo concilio callado, pero que hablará por sí mismo.
Espero que esté bien, por aquí el engranaje va funcionando, aunque renqueante.
Un abrazo grande, P. Agrelo, de su hija
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