¡Oh María! Vemos que subiste a las montañas de Judea con mucha prisa, saludaste a Isabel y permaneciste en su asitencia como tres meses.. Hervía, pues, tu caridad en buscar la gracia, resplandecía en tu cuerpo la virginidad y sobresalía tu humildad en el servicio. Pues si todo aquel que se humilla será ensalzado, ¿qué cosa más sublime que tu humildad? Se admira Isabel de tu venida, y decía. "¿De dónde a mí esta dicha, que la Madre de mi Señor venga a mí?" Pero mucho más debiera haberse admirado de que tú, Oh María, te anticiparas a lo que más tarde debía decir tu Hijo: "No vine a ser servido sino a servir".
(San Bernardo, De aquaeductu, 9)
(San Bernardo, De aquaeductu, 9)
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