Lo indecible de Dios hace que nuestro camino sea sin término, pues si bien en Dios “vivimos, nos movemos y existimos”, nunca alcanzamos a comprenderlo, nunca podremos nombrarlo, que sería algo así como dominarlo, abarcarlo, poseerlo.
Con ello quiero decirte que, en nuestra búsqueda de Dios, hemos de recorrer el camino de la reflexión, el de la contemplación, el de la admiración, el de la imitación, hasta que nuestra vida desemboque en la vida de Dios, hasta que nuestro tiempo termine en su eternidad, hasta que nuestro pobre aliento llegue a perderse en el viento de Dios.
Aquí, hermano mío, empiezo a caminar contigo en la búsqueda de Dios. Se trata de una peregrinación en la que Él es el camino y la meta: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Como ves, la meta es tan alta, tan inaccesible, que sólo se puede avanzar hacia ella con humildad y confianza, con la certeza de que Él nos ama.
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