El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús
camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a
Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a
Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde
el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta
fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada,
segura, enamorada, no convence a nadie.Unidos a Jesús, buscamos lo que
Él busca, amamos lo que Él ama.
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