Muy al principio del llamado Tiempo Ordinario en el calendario
litúrgico, y después del nacimiento y bautismo del Señor, donde se
desarrolla toda la predicación de Jesús, se nos recuerda una de las
actitudes fundamentales de Jesús, y escandalosa para los bienpensantes
de su tiempo: su acercamiento a los pecadores y “gente de mala fama”
para ofrecerles su amor y su perdón. Jesús siempre se defiende de la
misma manera: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he
venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Y así eligió a Leví
para ser apóstol suyo. Hay que recordar que el comportamiento de Jesús
es el comportamiento de Dios. Tenemos un Dios que nos quiere atraer a
través de su amor, su perdón, su ternura. Un gran consuelo tener un Dios
así, porque “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
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