VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS

El ayuno era una práctica religiosa que gozaba de alto aprecio entre los grupos religiosos del tiempo de Jesús; con objetivo penitencial, arrastra consigo un perfil de tristeza para significar la mortificación que aplaca a Dios. El icono matrimonial es un contraste intencionado que no dice que el Maestro rechazara el ayuno, sino que le interesa más resaltar el compromiso fiel de Dios con su pueblo, hecho de sobrada alegría para sus seguidores. Cuando el novio está presente (experiencia creyente de amor y perdón que excluyen por sí mismo la tristeza), y cuando se lleven al novio (ocasión para el ayuno si lo vemos orientado a la cruz, disposición de los discípulos a morir por Jesús y el reino de Dios, si fuera necesario): dos momentos de claro fondo mesiánico que advierten a la comunidad de la ausencia física de Jesús cuando ésta se produzca. El proyecto de Dios Padre que predica Jesús se advierte con nitidez: un pedazo de tela nueva en un vestido viejo lo rompe, así como el odre viejo no puede guardar la expansión del vino nuevo. Los odres viejos del ayuno no se compadecen con el vino nuevo de la gratuidad del amor de Dios y de salvación generosamente ofrecida a todos los hijos de Dios. La añeja religión judía no sabe qué hacer con la oferta del evangelio de Jesús. Y bueno es constatarlo; pero también no mirar a otro lado y no advertir que algunas instituciones eclesiales pueden adolecer de incapacidad para acoger el vino nuevo de la vida misericorde, del perdón celebrado, de la comunidad reunida en el nombre del Señor y cuya fuerza estriba en su Espíritu.

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