SIN DEMORAS, SIN ASCO Y
SIN MIEDO
En su exhortación La
alegría del Evangelio, el Papa Francisco nos recuerda una verdad que
debería ser evidente: “La evangelización obedece al mandato misionero de
Jesús”, como recuerda la conclusión del evangelio de Mateo: “Id y haced que
todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt
28, 19).
A veces se vincula la pasada acción misionera de la Iglesia con
los proyectos políticos de conquista y de colonización. Pero esa vieja
acusación no ha sido olvidada. Con frecuencia se atribuye el dinamismo
misionero de la Iglesia a una voluntad de proselitismo o de autoafirmación.
Pero la evangelización no nace del deseo de una Iglesia que
decide conquistar, imponer, o adoctrinar al mundo. Esa acusación se repite con
motivo de la promulgación de algunas leyes que afectan a la familia o a la vida
humana. Como la del aborto, por ejemplo.
La iniciativa de la misión se remonta a Jesucristo. Es el Señor
Resucitado quien invita a la Iglesia a “salir” a la calle para anunciar y
testimoniar el mensaje de la verdad (EG 19). Esa salida distingue la vocación de la Iglesia y determina también su
riesgo.
Es verdad que la alegría es un signo de que el Evangelio ha sido
de verdad acogido, anunciado y está dando fruto. Pero no se puede olvidar que
la evangelización siempre “tiene la dinámica del éxodo, del don, del salir de
sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21).
También en este momento, la Iglesia ha de salir a anunciar el Evangelio de Jesucristo a todas las
gentes, “sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Es preciso recordar esas
dificultades que con frecuencia retrasan el impulso de la salida.
Frente a esas tres observaciones negativas, el Papa afirma que
la tarea de la evangelización requiere estas cinco actitudes positivas:
“primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar” (EG 24). Él mismo
pide excusas por introducir estos neologismos en el lenguaje pastoral de hoy.
• Según él, “primerear” equivale a adelantarse y salir para
buscar e invitar a los alejados. Eso es lo que ha hecho el mismo Dios, al
elegirnos y llamarnos cuando todavía estábamos lejos de él. Y esa misma
disposición es la que se espera de toda la Iglesia y de cada uno de los
discípulos misioneros.
• Para “involucrarse” con las personas a las que son enviados,
los evangelizadores han de tener “olor a oveja”.
• Además, es necesario “acompañar” a todos los miembros del
pueblo de Dios y, más en general, a todos los hombres, especialmente a los más
pobres y vulnerables.
• La alusión al “fructificar” es una invitación a mantener la
fidelidad al mensaje y a no dejarse arrebatar la esperanza y la paciencia, como
más adelante se dirá. “La comunidad evangelizadora…cuida el trigo y no pierde
la paz por la cizaña”.
• Por último, esta comunidad vive con un agradecido talante de
fiesta, de modo que “celebra y festeja
cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización” (EG 24).
José-Román Flecha Andrés
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