11M-Madrid, el recuerdo de diez años
Corren los días y ya está aquí el décimo aniversario del atentado
del 11M en Madrid. Se van a oír maravillas de sus personas y la vida
seguirá.
Si se dicen
palabras extraordinarias en su homenaje, parece que nos refugiamos en una épica
algo huera; y si no se grita, sentimos que el silencio pueda interpretarse como
olvido de las víctimas e ingratitud.
Por tanto, hablen sus más
cercanos, los que más las amaron, y que ellos pongan letra y alma a lo que
recuerdan y nos reclaman. Aquí está nuestra compañía para
hacernos cargo y cargar con ello.
Cuando me pregunto qué hacía yo
ese día y a esa hora, escuchaba la radio, como cada mañana, y supuse que había sido ETA.
Por entonces, muchos vivíamos con el corazón en un puño, soportando un goteo
cruel de muertes y heridos.
La verdad
que lo de Madrid era un atentado desmedido, pero cabía pensar que ETA lo
hiciera. Yo sabía que, en su locura y barbarie, calculaban muy bien el alcance
de sus actos; sabía que nunca arriesgaban más allá de lo que "su"
gente en el País Vasco podía "aceptar"; así que no entendía por qué
habían roto todos los límites en tan perversa estrategia, pero los creía
capaces.
La locura ideológica es un
camino sin retorno cuando se hace vida social y terrorismo. Los
creía capaces. Después, dos horas después, salí de clase y escuché en la radio
a Arnaldo Otegui, y supe que no había sido ETA. Cuando Otegui condenaba el
atentado, ya supe que no había sido ETA.
No iba a
hacerlo, y menos tan rotundo, si no tuviera información precisa de ETA de que
"nosotros no hemos sido". Todavía Otegui no se había desmarcado en
público de la estrategia violenta de ETA y, de hecho, todos entendíamos que era
su portavoz civil.
Que no fuera ETA, para muchos
vascos fue un alivio; para mí fue un alivio; cuando lo supe, me abracé a un compañero;
era como si nos hubiéramos librado de una culpa colectiva; creo que llorábamos;
es difícil que esto lo entienda cualquiera; el dolor por las victimas, sin
embargo, fue el mismo.
Una huella indeleble en la
memoria personal, que el tiempo siempre va limando. Por eso recuerdo hoy tan
sinceramente a las familias de los que murieron y a los que sobrevivieron
lisiados, porque no pocas veces, y a medida que pasaban los 11M, se habrán
sentido solos. Y porque así suele crecer el olvido con las víctimas de lo peor de la vida.
Las tengo cerca. Se dice que los humanos somos seres de memoria, y sí, pero
también seres que olvidamos el mal ajeno.
Tal vez para
poder vivir en paz con nosotros mismos. Tal vez. ¡Qué nos perdonen las víctimas
del 11M, y todas las víctimas de lo peor del ser humano, pero siempre las hemos
querido. Nunca las hemos olvidado!
J. Ignacio Calleja- Libertad Digital
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