La Iglesia como obstáculo
“La Santa Sede constituye un Estado independiente, con una gran historia de diplomacia desde el siglo cuarto y que tiene actualmente relaciones diplomáticas con 177 naciones”, señala la declaración de C-FAM. "En algunas formas, la Santa Sede es, de hecho, única: pero es su particularidad la que sustenta su decisión de unirse a las Naciones Unidas como Observador Permanente".
Según el texto del Instituto Católico de Familia y Derechos Humanos, que ya fue respaldado por más de doce mil firmas, ese estatus le permite "motivar el diálogo genuino, promover la resolución pacífica de conflictos y hacer llamados a la conciencia de los dirigentes más allá de los intereses territoriales de los Estados". Según explicó Ruse, la Santa Sede es la única delegación que no tiene consideraciones políticas. "Sus delegados negocian puramente desde los principios fundamentales".
Esta independencia resulta molesta para quienes desean presionar cambios sociales, alertó Ruse. "La Santa Sede no puede ser presionada por agencias como el Fondo de Población de la ONU que regularmente amenaza con la expulsión a delegados que no son suficientemente pro aborto y también amenaza a los países con pérdidas de fondos", explicó. De igual manera los países donantes tampoco tienen control sobre la Santa Sede a través de los condicionamientos de ayudas, frecuentemente ligados a cambios en políticas sobre sexo, familia y procreación.
"Si las organizaciones que ven en la Santa Sede un obstáculo para sus fines de reingeniería de la humanidad y la revisión de los acuerdos morales fundamentales tienen éxito en su esfuerzo de privar a la Santa Sede de su estatus de Observador Permanente, habrán dañado seriamente a las Naciones Unidas, porque las Naciones Unidas funcionan por consenso, y estas organizaciones desean evadir este proceso silenciando una voz opuesta", expresa una declaración de C-FAM.
La declaración manifiesta su rechazo por las maniobras de los enemigos de la presencia de la Iglesia en la ONU y pide a todas las personas de buena voluntad, aunque puedan tener diferencias de opinión con la Iglesia Católica, que manifiesten su apoyo al papel que la Santa Sede desarrolla como Observador Permanente. "El mundo sería mucho más pobre si la voz de la Santa Sede dentro de las Naciones Unidas fuera silenciada. Que ese día nunca llegue", concluye la declaración.
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