¡VEO,VEO! ¿QUÉ VES?


REFLEXIONES EN FRONTERA, 
 jesuita Guillermo Ortiz

 Así se llamaba “¡Veo, veo! ¿Que ves?”, un juego de la infancia en el que tratábamos de adivinar por los colores y las formas lo que otro había mirado.

¿Qué miro yo y qué ves vos hoy?

Las cosas materiales que vemos son como un espejo de otra realidad. Como la luna refleja la luz del sol, así las cosas que ilumina la luz material son en realidad signo, símbolo, ventana del misterio de Dios que las creó y las sustenta. Por eso, muchos descubren a Dios a través de la creación, porque miran en profundidad, no se quedan distraídos en la superficie, y ven más allá de los ojos…

¡Cómo encandila hoy la luz de las vidrieras de tantos negocios, de tantas imágenes ilusorias, virtuales! La luz de una felicidad de cartón pintado que existe solo en la imaginación pero que no es real ni podrá serlo nunca.

¿Me quedo, te quedas en la superficie? O ¿miras las cosas como signos, símbolos, ventanas con la luz de la fe que nos ayuda a ver más allá, en el misterio de la vida y las cosas?



El predicador de la Casa Pontificia recomendó en la cuaresma 2014 el ayuno de imágenes: "muchas de ellas no son sanas – dijo –, propagan violencia y maldad, y no hacen más que incitar los peores instintos que llevamos dentro". Y Francisco Papa manifestó: "Quizá ahora nuestros ojos están un poco enfermos porque vemos tantas cosas contra Jesús, cosas mundanas que no nos hacen bien. Y así esta luz se apaga lentamente, y sin saberlo acabamos en la oscuridad interior, en la oscuridad espiritual, en la oscuridad de la fe, porque no estamos acostumbrados a mirar las cosas de Jesús".

¿Qué imágenes tenemos dentro hoy vos y yo? Cuando cerramos los ojos ¿qué imagen nos proyecta el corazón?

Jesús devolvió la vista al ciego de nacimiento y el ciego dio testimonio de Jesús ante los fariseos: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuera a lavarme. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Encontrándose de nuevo con Jesús le dijo: “Creo Señor” y se postró ante él (Jn 9, 1-41).

No sólo está la luz del sol para los ojos, también está la luz de la fe.

No había agua allí y Jesús hizo barro con su saliva para poner sobre los ojos del ciego. Así volvió al barro primigenio del hombre; a los albores de la creación. La saliva en la boca humedece la lengua y al inicio Dios dijo: Luz y la luz se hizo en los ojos de Adán todavía ciego. Pero como en este caso el barro es polvo de la tierra más saliva de Dios, se trata de la luz natural y también de la luz divina, la luz de la fe. Deseando ver la luz natural del sol, el ciego ve en Jesús la Luz divina.

¡Señor que vea! Pero que vea no solamente con la luz natural de los ojos, sino también y sobre todo con la luz de la fe. Que vea en lo profundo de las cosas tu acción y tu presencia.


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