
LA SAMARITANA: Es el ejemplo de la persona alejada, que
se encuentra con Jesús, se abre a su diálogo, se deja interpelar, abre su
conciencia y Jesús transforma su vida. Necesitaba el agua viva para limpiar las
adherencias y suciedades de su vida anterior. El agua de Jesucristo la limpia y
purifica y se convierte en otra persona y en un testigo. (Jn 4, 1-31)
LA MUJER ADULTERA: Personifica la capacidad
de misericordia de Jesucristo. Habla del misterio del perdón cristiano. Llama a
la sinceridad del corazón y de una vida recta partiendo de uno mismo. Alerta
sobre nuestros juicios y prejuicios. Habla de la necesaria apertura cristiana
hacia todas las personas, que siempre son dignas del amor y del perdón de Dios.
Testimonia la potencialidad salvadora de la mirada compasiva de Jesucristo. (Jn
8, 1-11)
EL PADRE DE LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: Es
la imagen del Dios Padre rico en misericordia. Nos recuerda su amor, su bondad,
su espera. Cree en la libertad y confía en el retorno de su hijo. No inquiere,
no lleva cuentas del mal, sino que siempre está dispuesto al abrazo del perdón,
de la reconciliación y de la vida nueva. Es justo desde el amor, un amor que no
tiene medidas ni reglas puramente humanas. (Lc 15,11-32).
EL HIJO PRÓDIGO: Es, de nuevo, imagen de los alejados
y de aquellos que hacen, en algún momento, un uso indebido de su libertad y de
sus derechos. Es prototipo, en primera instancia, de quien piensa sólo en sí
mismo y busca los placeres rápidos, inmediatos y efímeros. Es después
representación de la obra de la gracia, que también desde situaciones,
circunstancias y conveniencias humanas, va moviendo el corazón hacia la
conversión. Toma conciencia de su situación de postración, se pone en camino,
se deja guiar por la reconciliación y experimentan el don y la gracia inmensos
del perdón y del amor. (Lc 15,11-32).
EL HERMANO MAYOR DEL HIJO PRÓDIGO: Es
reflejo de tantos de los planteamientos de los “cercanos”, de los que se
mantienen en la Iglesia, pero que no acaban de abrir del todo su alma a la
sabiduría de Dios y a la plenitud del Evangelio. Lleva “cuentas”, el
calculador, lo tiene todo apuntado, tiene sus razones y sus derechos. Pero
necesita encontrar las verdades razones y derechos de la gratuidad, del perdón
y del amor.
NICODEMO: Representa al hombre cabal,
religioso y recto que busca la verdad. La cuaresma es tiempo para no anclarnos
en la “verdad” de nuestros pensamientos y opciones sino de ponernos en camino
en la búsqueda de la verdad auténtica y definitiva. (Jn 3.1-21)
EL ENFERMO DE LA PISCINA DE BETESDA: Es
el prototipo del enfermo que aguarda la salud y de quien necesita ayuda de los
demás. Llevaba enfermo 38 años y nadie le había empujado a la piscina de las
aguas sanadoras. El cristiano debe estar alerta para descubrir a quien necesite
de nosotros. El enfermo de la piscina de Betesda, una vez sanado, es también
modelo de agradecimiento y de testimonio.
EL CIEGO DE NACIMIENTO: Representa
la oscuridad y la ceguera como enfermedad del cuerpo y como enfermedad del
alma. Cuaresma es descubrir las oscuridades de nuestra vida cristiana y buscar
la mano sanadora de Jesús, que, a través de su Iglesia, unta el barro y el
ungüento de la luz en los ojos de nuestra alma. La fe es la luz; Jesús es la
luz. Vivir sin la fe, vivir sin Jesús es oscuridad y ceguera. Y el cristiano,
como el ciego de nacimiento, una vez recobrada la vista, debe ser testigo de la
Luz. (Jn 9, 1-41)
LÁZARO: Es el amigo de Jesús. Es el
resucitado, signo y primicia de la gran Resurrección de Jesucristo, prenda de
nuestra futura resurrección. También nosotros, si creemos, si mantenemos y
cultivamos la amistad con Jesús, podremos ver la gloria de Dios y dar
testimonio de ella con nuestras obras. Lázaro, junto a sus hermanas Marta y
María, habla de la necesidad de mantener un trato de intimidad con Jesús y de
hacer de nuestra cuaresma tiempo y espacio para nuestra Betania cotidiana. (Jn
11, 1-44).
MARÍA DE NAZARET: Es la madre, es la
solidaria, la asociada a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo
Jesucristo. Mira la pasión y la pascua con ojos y corazón compasivos, como
Jesús. Está. Testimonia así la fuerza decisiva de la presencia, de la compañía,
de saber estar en el lugar donde debemos estar. María de Nazaret nos ha de
ayudar a permanecer al pie de la cruz de nuestros hermanos y a saber
acompañarlos con nuestra presencia y amor en sus Vías Dolorosas. (Jn 19, 25-27).
No hay comentarios:
Publicar un comentario