- Haz despacio la señal de la presencia, mientras dices con calma:
- En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
- Coloca ante ti este icono.
- Deja tus preocupaciones. Serénate y prepara tu corazón para la sorpresa.
- Pero ven con tus hermanos y hermanas, ven con su dolor y su gozo.
- Ten presente las situaciones de muerte que te llegan cada día del mundo.
- Acércate desde ahí al Señor.
- Abre la Palabra y lee estos textos: Gn 18,1-9; Jn 3,16; 17, 21-23; Rom 5,5
- Deja que el Espíritu te adentre en el misterio del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
- Misterio de luz y de amor, de comunión y de misericordia.
- Deja que el Espíritu te lleve a la Trinidad, porque en ella está la fuente de tu vida, la meta de tu caminar, el remanso de tu fatiga.
- Deja que el Espíritu abra los ojos de tu corazón para contemplar lo que te revela este icono en tres tiempos, en tres planos, en tres personas.
- Entra silencioso/a porque la mesa está abierta y preparada para ti.
DEJA QUE EL ICONO HABITE TU VIDA Y LA VIDA DEL MUNDO
Dios huésped y peregrino que se
reveló a Abrahán y a Sara, ahora vive en ti, en cada ser humano. La Nueva
Humanidad es la casa de la Trinidad, el mundo está lleno de su Amor. Nuestro
Dios es Padre, Abbá, un Amigo entrañable que ofrece a manos llenas redención,
salvación, presencia, comunión, inhabitación. Has sido creado/a a imagen y
semejanza de la Trinidad. Dios vive en tu interior. Has sido bautizado/a en el
nombre de la Trinidad Santa. Dios guía tu vida. Tu vida está en las Manos de
Dios. Acoge esta Palabra de Jesús y llévala como lámpara encendida, en tu
corazón:
«Si alguno me ama, mi Padre lo
amará y vendremos a él y pondremos en él nuestra morada» (Jn
14,23).
Eres morada de Dios. Estás habitado/a por él. En esta Escuela de
comunión se aprende el lenguaje universal del amor. Todos somos hijos e hijas
de Dios. Todos somos hermanos y hermanas de Jesús. El Espíritu Santo ha sido
derramado en nuestros corazones. Has sido llamado/a a la comunión con el Padre
y con su Hijo Jesucristo en la gracia del Espíritu Santo. Ama, como Jesús amó,
así harás este mundo más humano, más fraterno, más universal
CANTA UN HIMNO A CRISTO
Los santos que han tenido esta experiencia te invitan a buscar a
Dios dentro de ti, a descubrirlo presente y amigo. Y después te invitan a
buscarte en Él, a perderte en la Trinidad donde tu imagen está esculpida, como
dice santa Teresa de Jesús. Juan de la Cruz te invita a contemplar en la
Trinidad la fuente que mana y corre aunque es de noche, manantial de la vida,
cauce de una sola agua que se ofrece a través de los tres ríos del misterio
trinitario, manantial inagotable de comunión y de amor. Isabel de la Trinidad
te invita a buscar al Dios vivo, que ha hecho de cada persona la casa de Dios,
la casa de la Trinidad, y te invita a contemplar tu propio misterio y el
misterio que tienes dentro, repitiendo su hermosa oración trinitaria: «Oh Dios
mío, Trinidad que adoro...» Repite con la Iglesia llena de amor y
agradecimiento:
«Gloria
al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén».
La palabra cesa y da paso al silencio. La mirada se interioriza y
te invita a contemplar, no simplemente la imagen que está delante de ti, sino
al Dios Uno y Trino que vive dentro de ti. El Dios que te invita a vivir una
existencia trinitaria, recreando su amor en tu ambiente familiar, en tu lugar
de trabajo, en tu vida de cada día. San Cirilo de Alejandría nos habla de este
altísimo ideal de la vida cristiana con estas palabras:
«Todos nosotros somos un solo ser en el Padre, en el Hijo y en el
Espíritu Santo. Un solo ser por la comunión en la carne santa de Cristo y por
la comunión en el mismo Espíritu. Divididos en cierto modo en personas
distintas, estamos como fundidos en un solo cuerpo en Cristo, al nutrirnos de
una sola carne. Habiendo recibido todos un mismo Espíritu, estamos en cierto
modo mezclados los unos con los otros y con Dios. Por eso somos una sola cosa
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, uno por la idéntica condición,
por la conformación de la piedad y por la comunión a la santa carne de Cristo y
al único Espíritu Santo».
Que la contemplación de este
icono encienda en ti el deseo de la unidad de todos los hijos e hijas de Dios
dispersos por el mundo, para que la Trinidad que es la fuente de todo lo creado,
sea también la meta de toda la creación y todo retorne al seno del amor del que
ha nacido. Y mientras dura la peregrinación de todos hacia su hogar y su meta,
la Iglesia sea una imagen viva de la Trinidad para que el mundo creyendo
espere, esperando ame y amando llegue al seno de Dios Uno y Trino
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