LAS
PUERTAS DEL MAL Y DEL BIEN
Hyeronimus Bosch, el Bosco.
El
cardenal Gianfranco Ravasi publicó hace unos años un libro titulado Las Puertas del Pecado, que lleva el
subtítulo de Los siete vicios capitales. El
libro nos recuerda el tema literario de los pecados capitales, que parece haber
sido olvidado en los últimos tiempos.
Los
jóvenes de hoy difícilmente sabrán repetir la lista que los enumeraba:
soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Menos aún conocerán
el significado de algunas de esas palabras.
Sin
embargo estas “puertas del pecado” se encuentran reflejadas en numerosas obras
del arte occidental. Baste recordar el cuadro al óleo sobre tabla, pintado y firmado
por El Bosco entre 1475 y 1480, que se encuentra en el Museo del Prado. Es
interesante dirigir una mirada a esta obra de arte.
La
orientación moralizante de la pintura se encuentra subrayada por la relación
que la presentación circular de los siete vicios guarda con las escenas
relativas a los novísimos o realidades del más allá: muerte, juicio, infierno y
gloria, que se encuentran representadas en los ángulos de la tabla.
Más
importante todavía es la referencia a Cristo resucitado que ocupa el centro del
círculo. El iris de un ojo simbólico evoca la inevitable referencia a Cristo
que debe guardar siempre la reflexión cristiana sobre el comportamiento ético.
La
tabla se limita a reflejar los vicios capitales. Sin embargo, la presentación
de estas siete puertas del mal solía ir acompañada de las virtudes que se les
contraponen. Y así ha de ser si se pretende ofrecer una verdadera alternativa
ética: contra soberbia, humildad; contra avaricia, largueza; contra lujuria,
castidad; contra ira, templanza; contra gula, sobriedad; contra envidia,
caridad; contra pereza, diligencia.
No
esta mal recordar ese listado en estos tiempos. De hecho, después de algunos
años de silencio, las virtudes morales parecen haberse puesto de actualidad a
partir de la célebre obra “Tras la virtud” del filósofo escocés Alasdair
Macintyre
La
reflexión sobre los vicios y las virtudes puede ayudarnos a dirigir una mirada
crítica a nuestra sociedad, sin perder el horizonte de humanidad que de ella
esperamos. Por otra parte, la consideración del mal y del bien es propia del
carácter profético de la fe cristiana, que está llamada a denunciar los antivalores
morales y a anunciar los valores que
responden a la verdad más profunda del ser humano.
Así
pues, tanto en la familia como en la escuela, en el ámbito de las
comunicaciones como en el de la política parece más oportuno que nunca
reflexionar sobre las puertas del mal y del bien. Y no sólo para levantar un
dedo acusador contra los demás y contra las estructuras, sino para mirarnos al
espejo para ver que cirugía integral necesitamos.
En
realidad no basta con disminuir la cantidad del mal. Es preciso pasar con
decisión a la alternativa del bien y la virtud. Sin miedo y con esperanza.
José-Román
Flecha Andrés
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