CAMINAR CON JESÚS



Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparle: ‘¡No lo permita Dios, Señor!’

Jesús se esconde en la noche de la cruz para alumbrar un nuevo amanecer. Nosotros, como Pedro, no entendemos. ¿Cómo puede Dios permitir esto? Mentalidades opuestas, frente a frente. Mentalidad del mundo, que por miedo a la cruz renuncia al proyecto de una humanidad nueva, y mentalidad de Jesús, que abraza la cruz, de la que mana la vida. Una sabiduría humana que deja las orillas del mundo llenas de crucificados sin salida y, en frente, la sabiduría de la cruz que da esperanza a todos los humillados. La cruz, como signo de la vida que se da (“aventuremos la vida”), frente a estilos de vida que se quedan en los lamentos y las quejas.

Jesús se volvió y dijo a Pedro: ‘Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar’.

Seguimos con Jesús, escuchamos su palabra, aunque nos parezca dura. Jesús está enamorado de quien le dijo: ‘Tú eres mi hijo amado’; eso le da fuerza. Sabe cuál el querer del Padre. No quiere tropezar ni volver atrás. Hay mucho en juego, hay una humanidad herida a la espera de que se muestre lo que es el amor. Jesús camina arriesgando, dispuesto a perder para que todos ganen libertad y dignidad.Satanás, el que aleja de los caminos de Dios, está empeñado en que este proyecto sea entendido como insensato, irracional, inaceptable.

‘El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga’.

Tras este diálogo tenso, también orante, se posa sobre nosotros la mirada de Jesús, nos hace la propuesta: cargar con la cruz y seguirle. Con qué cariño nos dice: ‘El que quiera venirse conmigo’. Es hora de arriesgar en el seguimiento, de entrar más adentro en la espesura del amor, de reclinar el rostro sobre el Amado. La cruz de Jesús, que las crónicas del mundo llaman derrota o fracaso, lleva dentro auroras de libertad y de alegría. Tomamos la cruz y nos lanzamos a vivir el evangelio. Alentados por tu amor, Jesús. Abrazados por ti, Padre.

CIPECAR

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