DESAFÍOS
DEL MUNDO ACTUAL
En su exhortación apostólica La alegría del Evangelio, el Papa
Francisco nos invita a dirigir una mirada al contexto en el que los discípulos
misioneros hemos de anunciar el Evangelio de Jesucristo, con el fin de
descubrir los signos de los tiempos: “Es preciso esclarecer aquello que pueda
ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios”
(EG 51)
El documento papal no quiere ser
catastrofista. En el actual momento de la sociedad señala algunos aspectos
positivos en los ámbitos de la salud, de la educación y de la comunicación.
Pero también recuerda que “la mayoría de hombres y mujeres de nuestro tiempo
vive precariamente el día a día, con funestas consecuencias” (EG 52).
Entre
ellas enumera el miedo y la desesperación, la pérdida de la alegría, el aumento
de la violencia y la inequidad y el
tener que vivir con poca dignidad. Entre las causas menciona los enormes saltos
producidos por el desarrollo científico y por las innovaciones tecnológicas con
sus rápidas aplicaciones en los campos de la naturaleza y de la vida.
FÓRMULAS
NEGATIVAS
Ante
estos procesos, el Papa Francisco recuerda que los grandes valores, como la
vida, se ven tutelados en los mandamientos por conocidas prohibiciones, como
“no matar”. Como sabemos, ese esquema se
encuentran en muchas culturas antiguas, pero también en la práctica moderna que
nos repite a cada paso mensajes como el de “no fumar”. Pues bien, en la
exhortación La alegría del Evangelio se
incluyen cuatro fórmulas negativas:
• “No a una economía de la expansión”. Hoy se
considera al ser humano como un bien de consumo que se puede usar y tirar. Tras
la explotación y la opresión de la persona, hoy se impone su exclusión. “Los
excluidos no son explotados, sino desechos, sobrantes” (EG 53).
• “No a la nueva idolatría del dinero”. El
fetichismo del dinero prescinde de un objetivo verdaderamente humano. La
tiranía del consumo, la trampa de la deuda, la corrupción y la destrucción del
medio ambiente reflejan los intereses del mercado divinizado. (EG 55-56).
• “No a un dinero que gobierna en lugar de
servir”. Es preciso descubrir una solidaridad desinteresada. Es preciso que la
economía y las finanzas vuelvan a una ética a favor del ser humano,. “¡El
dinero debe servir y no gobernar!” (EG 58).
• “No a la inequidad que genera violencia”.
Sin igualdad de oportunidades, la violencia provocará su explosión. El sistema
social y económico es injusto en su raíz. “La inequidad provoca la reacción
violenta de los excluidos del sistema” (EG 59).
ROSTROS
DE LA CULTURA
Después de estas fórmulas de rechazo, el Papa
fija su atención sobre algunos desafíos culturales que se presentan a la
evangelización, como los ataques a la libertad religiosa, la persecución a los
cristianos y la indiferencia relativista, que lleva a muchas personas a creerse
portadoras de su propia verdad subjetiva (EG 61).
Vivimos en una cultura marcada por lo
exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial y lo provisorio,
que nos hace éticamente débiles (EG 62). Una cultura que favorece los
fundamentalismos religiosos y una espiritualidad sin Dios (EG 63). Una cultura
secularizada que desconfía de la Iglesia y genera una superficialidad moral (EG
64), por ejemplo en la comprensión de la institución familiar (EG 66).
Este ambiente lanza serios desafíos a la
inculturación de la fe. Una cultura evangelizada contiene profundos valores que
hay que agradecer (EG 68). Sin embargo, a pesar de los méritos de la piedad
popular, todavía quedan en esa cultura algunas lacras y debilidades que deben
ser sanadas por el Evangelio (EG 69).
Una especial atención merece al Papa el ámbito
multicultural que ofrece hoy la ciudad.
En ese escenario muchas protestas masivas reclaman libertad,
participación y justicia (EG 71-74). Al mismo tiempo ahí brotan el tráfico de
drogas y personas, el abuso y la explotación de menores, el abandono de
ancianos y enfermos y tremendas formas de corrupción y de crimen. Precisamente
ahí es hoy urgente el fermento testimonial del Evangelio (EG 75).
José-Román
Flecha Andrés
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