Cuenta una leyenda hindú que cuando Dios quiso crear una madre, pensó mucho como hacerla... Tomó de la caña la esbeltez, de las hierbas el leve estremecerse, del pétalo de las rosas la encantadora suavidad aterciopelada. De los rayos del sol tomó la alegría, del fuego la entrañable cordialidad, de las nubes las lágrimas y el parloteo confidencial de las tórtolas. Con todos estos primores formó a la madre. He ahí por qué en el alma de ella anida el dolor, pues no hay nada más vulnerable que el hálito de la rosa, ni más tímido que el estremecerse de la hierba. La debilidad, empero, se torna en ella fortaleza. La madre, toda dulzura, se vuelve más feroz que una hiena cuando tiene que defender a sus hijos...
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